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Vidas en transición: historias de migración y resiliencia en España

13 de agosto de 2025
Cinco mujeres migrantes comparten sus historias de superación, vínculos familiares y nuevas oportunidades en España.

Vidas en transición: historias de migración y resiliencia en España

Rehacer la vida, construir un nuevo hogar. Para este número dedicado a la familia, conversamos con cinco mujeres migrantes que han redefinido su futuro en nuestra comunidad. A través de sus relatos, descubrimos la importancia de las redes de apoyo y los vínculos familiares en el proceso de migración. Son las historias de Zahira y Waheda, Mona, Andrea y Hental.

Zahira y Waheba

Dos mujeres musulmanas que prefieren mantener su imagen en privado, llegaron a España tras un periodo de separación de sus maridos. Para ellas, este proceso de reagrupación familiar, iniciado por los cónyuges, marcó el comienzo de una «vida mejor», como ambas lo describen.

Zahira, de 37 años y originaria de Marruecos, es profesional de la hostelería y el turismo. En su país, además de trabajar en el sector turístico, gestionó un restaurante durante doce años. La búsqueda de seguridad y una vida más estable la trajo a Valencia hace dos años y medio, un tiempo marcado por el dolor, la dificultad y una constante lucha por salir adelante. Uno de sus mayores desafíos ha sido la barrera idiomática del árabe, que le impide relacionarse y comunicarse con facilidad.

Las trabas administrativas, como el empadronamiento, también dificultan su acceso a una vivienda digna. Para contribuir a la economía familiar, Zahira elabora tartas y dulces por encargo desde casa, aunque no son muchos, y en ocasiones los gastos superan los ingresos. Agradece profundamente haber encontrado «buena gente» en España, quienes la acogen y respetan, especialmente en el Centro Social. Allí, además de recibir clases de español, ha podido realizar un curso de cocina y repostería con el objetivo de dedicarse profesionalmente a su pasión.

Waheba, por su parte, reside en Valencia desde hace 24 años. Casada y madre de dos hijos de 23 y 14 años, recuerda con nostalgia su etapa como enfermera en su Argelia natal, una vocación que comparte con su padre. Expresa la dificultad en la inserción laboral debido a la barrera del idioma, la falta de tolerancia al contratar a una mujer que lleva el hiyab (a lo que ella no está dispuesta a renunciar) y las innumerables trabas para homologar sus títulos. Sin embargo, se siente agradecida de vivir en un país tolerante ante la diversidad religiosa, lo que le permite celebrar su fe en una de las numerosas mezquitas de Valencia.

Mona

Mona, nacida en Zwickau (Alemania) hace 57 años, dedicó su vida a la industria textil desde que finalizó la escuela, compaginando trabajo y bachillerato. La caída del Muro de Berlín supuso un cambio significativo en su vida; aunque permaneció en la fábrica unos años, la desaparición de la industria la llevó a considerar nuevas formaciones administrativas que no concluyó. No se adaptó a la vida en la Alemania Occidental ni a su sistema, lo que la motivó a huir de su país natal. Desde pequeña, siempre le gustó España, y a los 27 años llegó para quedarse. En Ibiza, conoció a alguien que la reintrodujo en el sector textil (cojines, fundas). Más tarde, otra persona la adentró en la tapicería náutica, donde obtuvo mayores ingresos.

Vivió en Ibiza durante 26 años, trabajando principalmente en el turismo, ya que sus estudios no homologados le impedían acceder a otros empleos (cocinera, camarera). En 2022, se trasladó a Valencia gracias a una amiga que le ofreció la posibilidad de trabajar en el servicio doméstico. Mona nunca tuvo problemas con su nacionalidad, ya que llegó como ciudadana de la UE, y las costumbres locales no le supusieron inconveniente alguno. No expresa nada negativo más allá de su dificultad para acceder a formación, aunque actualmente está cursando estudios de Cocina y planea continuar con sociosanitario. Considera que en Valencia la gente es abierta y acogedora; ha hecho amistades con facilidad y no echa de menos Alemania, afirmando: «solo me marcharía si me deportan».

Andrea

Andrea, de 45 años, nació en Medellín (Colombia). Estudió informática y auditoría, y trabajó como analista en una constructora. Creció en un ambiente familiar conflictivo, y alejarse de esa situación fue una de las razones que la impulsaron a migrar. Un episodio clave en su vida fue cuando leyó el libro «El caballero de la armadura oxidada» y se encontró con la frase «Suelta las cosas, te va a sentar bien, no tengas miedo». Esta breve pero profunda frase la ayudó a replantearse su vida y a tomar la decisión de «empezar una nueva vida».

Inicialmente pensó en ir a Malta para aprender inglés, pero la presencia de unos primos en Valencia inclinó la balanza hacia España, donde llegó en mayo de 2024. Con el tiempo, ha comprendido que existen diversas formas de migrar y que es crucial documentarse antes de dar el paso, evitando llegar «en plan poderoso y a lo que sea». Para ella, «hablar español ha sido una ventaja».

Familiares la acogieron en su casa, ofreciéndole un espacio en el salón y un sofá cama. Aunque Andrea dice conformarse con poco y haber aprendido a «vivir en la incomodidad», rápidamente se dio cuenta de que la estaban explotando en un restaurante donde la «contrataron» para limpiar por las noches. A través de una página web, encontró trabajo como niñera. Recuerda con dolor el maltrato de los tres niños de la familia para la que trabajaba, desde faltas de respeto hasta insultos, que tuvo que soportar hasta que se dio cuenta de que emocionalmente no estaba bien y dejó el empleo. Para su sorpresa, no tardó en encontrar otro trabajo, donde aún continúa, cuidando a una persona con ELA. Dice estar muy contenta con su empleo, se siente querida, reconocida y valorada; la familia la trata bien, respeta sus descansos y su salario, a pesar de su situación irregular, es el adecuado.

Andrea mira hacia atrás recordando lo duro, pero no imposible, que es salir adelante: los primeros pasos, la dificultad en la gestión administrativa y los cursos de formación que ha realizado y sigue haciendo para ser lo más profesional posible. Expresa agradecimiento y, sobre todo, resalta la importancia de su fe arraigada, un pilar fundamental: «Si no hubiese sido así, si Dios no estuviese en mi vida, me hubiese regresado, pero todo está en sus manos», afirma textualmente.

Se sorprende de su propia valentía y se describe como una mujer luchadora, fuerte y tenaz, porque «emigrar no es fácil (es más fácil si alguien se documenta), pero no es fácil hasta que no lo vives, no eres consciente. Aunque lo creas, lo que nos muestran y venden desde las redes sociales es todo mentira, idílico y maravilloso… pero mentira. Me da pena que muchos migrantes se hayan vuelto esclavos de ellas para mostrar algo que no es».

Andrea está convencida de que muchos «emigrantes llegan con la mentalidad de solo venir a hacer plata, y trabajan hasta que se enferman y la plata no sirve para nada». En cambio, valora muchas otras cosas que le ayudan: «Las personas con las que me relaciono de muy diversos lugares me han enriquecido muchísimo, el tener tiempo para leer, para poder asistir a la Eucaristía, participar en espacios de oración, los talleres…». Concluye: «Vivo cada día como un aprendizaje, he aprendido a trabajar la queja y a relativizar, porque esto va a ser solo por un tiempo, porque siempre estoy en búsqueda…».

Hetal

Hetal, una mujer de 35 años originaria de la India (cerca de Goa), lleva casi ocho años en España. Actualmente reside en Valencia con su marido y sus dos hijos pequeños, una niña de 6 años y un niño de 2 años y medio, compartiendo una habitación alquilada con otra persona de la India.

Los motivos de su migración fueron familiares y económicos: el fallecimiento de sus suegros en la India los impulsó a dejar su país natal en busca de apoyo y nuevas oportunidades. El hermano de Hetal, residente en Tenerife desde hace 25 años, les recomendó venir a Valencia por las facilidades en los trámites de residencia. A pesar de esto, al llegar a España, enfrentaron muchas dificultades para regularizar su situación, no obteniendo el NIE hasta pasados tres años.

Ella estudia, cuida a sus hijos y busca empleo, pero le resulta muy difícil compatibilizar todas estas responsabilidades, especialmente por la edad de los niños. Reciben algunas ayudas (banco de libros, comedor escolar) gracias al sistema educativo público. Considera que, en general, la vida en España es mejor que en la India. Valora especialmente la sanidad pública, la ayuda de la gente y la atención médica, a pesar de las dificultades con el idioma. Se siente más comprendida por la gente local que por su compañero de piso, de la misma nacionalidad. Recalca que no tienen intención de regresar a la India y no han vuelto desde que emigraron. Practica el hinduismo y participa activamente en las celebraciones religiosas como Navratri o Ganesh Visarjan; tener un templo al que acudir en Valencia facilita mantener sus costumbres. En casa, también mantienen la gastronomía india como parte de su identidad cultural.

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