PASTORAL FAMILIAR EN LA VULNERABILIDAD
¿Se puede hacer pastoral con familias, con colectivos vulnerables? ¿Qué conviene tener en cuenta?
Me acerco al SADOF, el Servicio Arquidiocesano de Orientación Familiar de la diócesis de Barcelona, que depende del Secretariado diocesano de pastoral familiar, un órgano creado por este Arzobispado para coordinar la Pastoral del matrimonio y de la familia en la diócesis y, a través del cual, la Iglesia orienta y promueve la vida de fe en Jesucristo entre las familias. El SADOF va dirigido a matrimonios y familias que sufren a causa de sus relaciones y que quieren recibir ayuda. Se trabaja la comunicación y el diálogo para encontrar caminos de entendimiento y crecer en el amor, siempre desde el pleno respeto a sus creencias. Se ofrece apoyo y acompañamiento emocional, acompañamiento espiritual y orientación jurídica.
Este servicio lo lleva adelante, de forma voluntaria, un grupo de doce profesionales, que el año pasado atendieron a más de cien personas en más de cuatrocientas visitas. Los casos vienen derivados de diferentes realidades eclesiales, porque el SADOF sí ofrece un tipo de ayuda, de orientación y de acompañamiento, al que estas realidades no pueden llegar.
Es un servicio de la diócesis que depende, como hemos dicho, del Secretariado diocesano de pastoral familiar. A veces nos referimos a “pastoral” como algo en lo que se incluye… casi todo. Todo, o casi todo, es pastoral, o puede ser pastoral, si está dentro de un proceso evangelizador. Me pregunto si en este servicio eclesial consideran que hacen “pastoral”, en este caso, familiar. ¿Hay alguna referencia explícitamente evangelizadora en la atención a estas personas que podemos considerar más vulnerables?
Hablo con Virginia, una de las voluntarias terapeutas más veteranas, y en lo que me comenta encuentro algunas claves que me parecen interesantes y que quiero destacar, porque pueden servir de referencia para otras realidades donde se atiende a familias.
¿HABLAR DE DIOS…?
“Se habla de Dios… si se tercia”. Estas personas vulnerables no van a que les hablen de Dios; seguramente tienen necesidad de Dios —según nuestro criterio de creyentes—, pero desconocen esta necesidad, y no la expresan, por supuesto. Sí expresan otras necesidades más inmediatas, y buscan ayuda, acompañamiento, orientación. Eso es lo que, en este caso, el SADOF les ofrece. Y sabemos que es primordial ayudar a que esas necesidades se puedan ir resolviendo: lo primero es lo primero.
De todas maneras, me gusta el “si se tercia”. Es decir, ¿por qué no hablar de Dios si se presenta la ocasión, si se ve oportuno, si puede servir como elemento de ayuda en el proceso de esas personas? Pero, atención: aquí entran el respeto a la libertad de la persona y el conocer su realidad. Y la prudencia, porque se pueden malgastar oportunidades por querer enseguida hacer una evangelización “explícita”. “Y hay gente de Iglesia que esto no lo tiene claro”, me comenta Virginia. En el SADOF, como se ha indicado en la explicación inicial, realizan su trabajo siempre desde el pleno respeto a las creencias de las personas que atienden.
Pero vaya, que a veces puede que nos coman las prisas por hablar de Dios, y que pensemos que, si no lo hacemos, no estamos haciendo prácticamente nada de valor ni evangelizador.
VÍNCULO Y TESTIMONIO
“Si no hay vínculo, olvídate”. Olvídate de “hacer pastoral”, de querer transmitir unos valores, de pretender hablar de Dios… si no creas vínculo con las personas. Y sabemos que las personas, si se crea vínculo con ellas, escuchan y observan con más atención, dan más importancia a lo que hacemos y decimos, y puede que sea más fácil que lo acojan. Un vínculo basado, naturalmente, en el afecto sincero, en la acogida incondicional, en la escucha y en el respeto.
Y aquí aparece el testimonio: lo que eres, lo que crees y lo que vives lo vas a transmitir, aunque no hables de ello explícitamente. También si eres creyente —en Jesús, en el Dios de Jesús— de alguna forma llegarás a transmitir esa creencia.
DAR AMOR
“Lo que realmente sirve para ayudar a quien se encuentra en situación vulnerable, según mi experiencia, es dar amor”, dice Virginia. Y ese “dar amor” a veces le supone unas concreciones no siempre fáciles de aceptar, según mi punto de vista: “ignorando palabras hirientes o reproches y descalificaciones, acogiendo con cariño también cuando me cuestionen o critiquen, sin caer en respuestas defensivas, sino callándome y dando más amor, dejando de lado mi propio orgullo herido”. En colectivos vulnerables en ocasiones se dan, lo sabemos, situaciones duras que pueden llevar a reacciones de rechazo a todo, también a las propuestas de ayuda que se les ofrecen, o a las personas que lo hacen. Si en ese contexto, y a pesar de todo, se sigue “dando amor”, seguramente esa actitud hablará del Amor que queremos transmitir —el de Dios— mucho más que todo lo que se pueda decir de él con palabras, por muy correctas y bonitas que sean.
En la tradición educativa salesiana solemos recordar que “la educación es cosa del corazón”. ¿Podemos afirmar que la pastoral es también cosa del corazón?
ORACIÓN
Me confiesa Virginia que “además yo personalmente rezo con fe en que Dios va a hacer los cambios pertinentes en las personas (aunque aún no los vea)”. Y lo hace con la siguiente oración:
“Gracias, Señor, porque (…nombre completo de la persona…)
está sano/a y libre.
En el nombre de Jesús.”
Esto me trae a la mente una idea que me parece obvia, pero que posiblemente no siempre tengamos presente, por lo menos en mi caso. Y es que “hacemos” pastoral, evidentemente. Pero en ese “hacer” nuestro, ¿en qué medida dejamos lugar al “hacer” de Dios?
FE, ESPERANZA, CARIDAD… (¿Os suenan?)
FE en que Dios transforma, y que hará el “milagro” que nosotros no podemos hacer.
ESPERANZA en que Dios lo hará cuando sea el momento adecuado.
CARIDAD… Con el “dar amor” nos hemos referido a ella lo suficiente…
Como se puede comprobar, no hemos hablado con Virginia de técnicas ni de recursos para hacer pastoral familiar con colectivos o personas vulnerables. Sí hemos hablado de actitudes, de aspectos a tener presentes en la mente y en el corazón. Podemos repasarlo personalmente o en equipo y pensar en nuestra realidad. Y podemos, sobre todo, tomar conciencia, con agradecimiento y humildad, de lo mucho que ya hacemos para que estas personas y familias sientan la caricia amorosa de ese Dios que les quiere.
Pepe Alamán, sdb.
