Me llamo Roula, soy Salesiana Cooperadora, hice mi promesa en la casa salesiana de Alepo-Siria en 2003, donde crecí en un ambiente salesiano lleno de amor y alegría. Mi familia valora el don de la vida, cree en las personas y está dispuesta siempre a escuchar, acoger y ayudar. Con ellos aprendí que no puedo ser feliz si los demás están sufriendo. He sido educadora, catequista, animadora y voluntaria desde que tenía 17 años. He participado en muchos encuentros mundiales para los jóvenes, la familia salesiana y el voluntariado salesiano dónde descubrí “el corazón salesiano”: humilde, sencillo, solidario. Todas estas experiencias me han hecho entender la importancia de poner a la persona en el centro de todo y a apostar por la creación de un ambiente de alegría, confianza y familia, donde cada persona pueda desarrollar al máximo todas sus posibilidades al servicio del bien común. Con esa misma mirada sigo trabajando y colaborando con mi familia salesiana aquí, en Alicante (España).
Sin duda, la necesidad de hacerme voluntaria nace tras una reflexión personal y responsable, algo que siempre me ha hecho parar a pensar: ¿Cuál es la misión de mi vida? Recordando mi promesa como Salesiana Cooperadora, me gustaría subrayar la importancia de poner en mayúscula la misión humana-cristiana-salesiana y tener muy presentes las necesidades del corazón. Esto es, tener mucho amor y muchas ganas de avanzar hacia la Fe y la Esperanza.
En otras palabras —y en mi opinión— soñar siempre en un futuro mejor. En este futuro hemos de volcar todo el amor en el bien de los jóvenes y en los demás, que no es otra cosa que el estilo de vida de Don Bosco, un modo de amar a tope, a todos sin excepción y con una confianza en el proyecto y estilo salesiano.
Desde el inicio, Don Bosco tuvo una mirada diferente. En San Francisco de Sales encontró la inspiración para llevar a cabo su proyecto. La vida de San Francisco fue significativa por su capacidad de diálogo, paciencia, dulzura y amabilidad. Partiendo de estos valores, Don Bosco centró su atención en el servicio a los jóvenes, especialmente a los más necesitados. Se aseguró de que tuvieran una familia que los acogiera y un hogar que los protegiera. Este es el espíritu del voluntario salesiano. Ser voluntario salesiano es una vocación con una misión que va más allá de dedicar unas horas de tu tiempo libre a una actividad solidaria.
El voluntariado Salesiano, tanto en España como en todo el mundo, es una realidad desde hace muchos años. Hoy en día el sistema educativo salesiano y el carisma salesiano siguen siendo abundantes y novedosos, seguimos trabajando como Don Bosco nos enseñó, apoyándonos unos a otros, soñando, educando y acompañando siempre con amor y alegría. Como voluntaria salesiana tengo muy claro que para llegar a un mundo mejor tenemos que confiar en los jóvenes, no solamente amarlos, sino que se sientan amados. Sin duda ninguna todos merecen una oportunidad.
Nuestro estilo salesiano está centrado en la caridad, en el amor, en la justicia y en la solidaridad. Tenemos que ser fieles y caminar juntos. Así, y con esto concluyo, el voluntariado salesiano sabe muy bien que su misión es el «arte de educar en positivo«, caminar con los jóvenes, para que encuentren el sentido de su vida.