Cuando la cigüeña se equivoca

Manuel Tarín. Educador social en la Fundación Iniciativa Solidaria Ángel Tomás (FISAT).

Más de 50.000 niños, niñas y adolescentes viven tutelados por la administración en nuestro país. Crecen dentro del sistema de protección en centros residenciales o familias de acogida y su voz pocas veces es tenida en cuenta.

Entrevistamos a Lola Sinisterra en la actualidad trabajadora social en programas municipales de atención a la infancia en Cataluña. Pasó 15 años bajo la tutela de la administración y ahora cuenta su experiencia en el libro «Cuando la cigüeña se equivoca». Recoge una visión crítica sobre las medidas de protección y la intervención profesional en este ámbito, partiendo de su relato biográfico y aportando el punto de vista de los niños y niñas.

Le preguntamos abiertamente por su visión sobre esta experiencia, nuestro sistema de protección a la infancia, la voz de sus protagonistas y posibles líneas de mejora.

¿CÓMO SURGIÓ LA IDEA DE ESCRIBIR ESTE LIBRO Y QUE HA SUPUESTO PARA TI?

Hace unos años, estaba haciendo un ejercicio de terapia con mi psicóloga de entonces, me propuso que escribiera, que escribiera todo lo que necesitaba «sacar». Al hacerlo, me di cuenta, de que mi vida «dentro de mi cabeza» estaba completamente desordenada. Los tiempos, los lugares, las personas, los recuerdos y es por ello que me puse a escribir, a modo de relato y cronológicamente. Una vez empecé no podía parar, me sentía bien poniendo cada recuerdo en su lugar y eso me proporcionó estabilidad. Parece algo simple, pero para los que hemos tenido toda esa infancia y adolescencia caótica, tener una historia de vida organizada puede ofrecernos seguridad y de algún modo una identidad. Saber nuestros orígenes, dónde pasamos los primeros años de vida, con quién, a qué escuelas fuimos, qué nos gustaba comer etc.

A medida que lo escribía notaba que tenía muchas ganas de reflejar la realidad de todo lo sucedido, de forma clara, directa, concisa y que pudiera llegar a muchas personas para poder sensibilizar a la población. Escribirlo y publicarlo ha sido un trabajo personal duro, pero muy necesario. Las personas que leen el libro suelen escribirme por las redes sociales, muchas de ellas dicen que sienten esa necesidad de hacerlo y se abren conmigo. Supongo que de algún modo, sienten esa confianza puesto que es cómo si ya me conocieran. Es algo muy bonito y que agradezco mucho. Debo decir, que en alguna ocasión puntual me he replanteado si hice bien en publicar mi historia, pero después de reflexionar me doy cuenta de que los objetivos que tenía con el libro se han cumplido y eso es lo que importa.

DESDE TU EXPERIENCIA PERSONAL ¿QUÉ CONSIDERAS QUE NECESITAN LOS NIÑOS Y NIÑAS QUE VIVEN SITUACIONES DE DESPROTECCIÓN?

Evidentemente, tener cubiertas las necesidades básicas, entre las que más destacaría la seguridad y el amor. Un niño que ha vivido una situación de desprotección en su entorno más próximo tiene la necesidad de llenar y cubrir eso que no ha tenido antes. Es posible que esté tan condicionado por esa vida que incluso busque el “pasotismo” del adulto, que provoque ser rechazado, que lleve al límite a quienes le cuidan, pero en el fondo lo único que está buscando es avanzar hacia una seguridad y amor incondicional.

¿CREES QUE SE TIENE SUFICIENTEMENTE EN CUENTA SU VOZ?

Es cierto que a medida que pasan los años y la sociedad está más concienciada con el tema, parece que se empieza a entender que los niños no son propiedad de nadie, que son libres, que pueden elegir y que tienen sus propios derechos. Aun así, hemos de seguir trabajando en esta línea. Dependerá mucho de la administración y de los técnicos «del momento», en ocasiones es cuestión del azar. Sigo sin entender cómo es posible que, en situaciones complejas para la vida de un niño desamparado, el acompañamiento lo lleve a cabo una persona que no tenga formación específica en el ámbito y que desconoce casi toda su realidad.

Hace poco, estaba viendo una serie española en la que abusaban de niños y niñas de un centro de protección, uno de los que participaba en esa barbaridad expresaba: «Estos niños le dan igual a todo el mundo, son como las casas abandonadas que puedes entrar, romper los cristales, hacer lo que quieras, nadie va a quejarse». Me impactó mucho, pero en frases como esas, te das cuenta de que todavía la voz de estos niños sigue sin ser escuchada o tenida plenamente en cuenta.

¿CÓMO CREES QUE PODRÍA MEJORAR LA ATENCIÓN QUE RECIBEN?

En mi opinión, no considero que el profesional de la infancia en riesgo actúe mal, o de mala intención siendo consciente. Creo que el día a día hace que no haya tiempos de calidad con estos niños y niñas. Pienso que el tercer sector continúa estando muy poco valorado por el Estado, se observa en la precariedad de los contratos, los sueldos, las condiciones, los convenios, etc. Los profesionales llegan con muchas ganas, con fuerza y energía para acompañar en la vida a estos niños y niñas, pero ser profesional de la infancia en riesgo es en general un
trabajo que requiere mucho de uno mismo y si eso no se ve valorado, se agota. Es importante «cuidar» a los cuidadores para que todo mejore.

¿QUÉ LES DIRÍAS A LOS EDUCADORES Y EDUCADORAS QUE SE ENCARGAN EL CUIDADO DE ESTOS NIÑOS?

Les diría principalmente GRACIAS. Por cada momento en el que abrazan a un niño o una niña, por cada beso de buenas noches, por cada broma, por cada día que sacan tiempo extra para estar más rato con ellos, por cada charla en la que empatizan, por cada momento en el que les dan voz pidiendo su opinión o elección sobre cualquier tema. Les diría que esos niños y niñas cuando sean mayores se acordarán de ellos, tanto de lo bueno como de lo malo, que lo tengan presente. Que se olviden de que están trabajando, que disfruten de cada momento y que dejen de mirar el reloj o repetir delante de ellos el rato que les queda para acabar el turno. Y también les diría que aunque parezca que esta profesión tiene fecha de caducidad, recuerden siempre porque estudiaron esto y por qué quisieron dedicarse a este trabajo. Que no se queden con el sabor agridulce de una mala experiencia, de un
mal día, de una mala actuación, o de un mal funcionamiento de los recursos. El educador social es un referente sumamente significativo en la vida de los niños y niñas que están en situación de desprotección y es lo que deben tener claro. En mi caso, recuerdo muchos consejos que me daba siempre mi educadora y en algunas ocasiones yo misma los he utilizado en mi trabajo y he sonreído mientras lo hacía, pensando en que quizás en un futuro, ellos también lo recordarán.

AL FINAL DE TU LIBRO HACES UNAS PROPUESTAS O RECOMENDACIONES SOBRE EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA DE PROTECCIÓN A LA INFANCIA, ¿CUÁL DESTACARÍAS COMO LA MÁS IMPORTANTE EN EL MOMENTO ACTUAL?

Todas aquellas que tengan que ver con el acompañamiento y soporte en la transición a la vida adulta. ¡Los temidos 18! El cambio tan radical que sucede de un día para el otro en la vida de estos jóvenes. Conozco muchos recursos y fundaciones que trabajan en la línea de acompañar y dotarles de herramientas, también conozco otros servicios
que ofrecen esa ayuda más allá de los 18 años. Soy consciente de que existen y que en algunos casos funciona, pero sigo considerando que gran parte de esta ayuda nace de la voluntad y vocación de los profesionales. A la administración no le interesa el tema, porque esos niños son ya son mayores de edad y no están bajo su paraguas de protección. Pero ¿y entonces? ¿Qué pasa con ese «niño» que ayer estaba tutelado y hoy ya es un «adulto» con todo lo que ello conlleva? ¿Y con los adolescentes migrantes no acompañados? Exactamente lo mismo, hay «contención» hasta su mayoría de edad y después no hay casi nada. En definitiva, considero que se les exige demasiado teniendo en cuenta toda la mochila emocional que llevan puesta.

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