Las vueltas que da la vida

8 de noviembre de 2017
Beatriz Gutiérrez Cabezas. Educadora de la Fundación JuanSoñador. León Hoy he quedado para comer con Héctor, nos sentamos frente a frente y mientras la ensalada y la pizza nos esperan, charlamos desde ese cariño y confianza que nos ha permitido la vida. Creo que estamos hasta un poco nerviosos por intentar dibujar sobre el papel […]

Beatriz Gutiérrez Cabezas. Educadora de la Fundación JuanSoñador. León

Hoy he quedado para comer con Héctor, nos sentamos frente a frente y mientras la ensalada y la pizza nos esperan, charlamos desde ese cariño y confianza que nos ha permitido la vida. Creo que estamos hasta un poco nerviosos por intentar dibujar sobre el papel la esencia de todos los caminos que ha tomado Héctor y los cambios de sentido en los que su vida ha girado con él. Hace muchos años que nos conocemos, desde que él era un niño de doce o trece años y yo comenzaba a trabajar como educadora en el Centro de Día. Nos conocemos bien, aun así, le pregunto desde el principio, y con total generosidad responde entero, firme y con esa sonrisa que desprende ganas de dar impulso a quienes duden en algún momento sobre las posibilidades que ofrece vivir.
“Mi nombre es Héctor, tengo 26 años y he vivido siempre en la misma ciudad. Tengo cuatro hermanos de la misma madre, una hermana mayor y tres más pequeños de los cuales uno fue dado en adopción cuando era muy pequeño. Recuerdo una infancia con claros y oscuros, en la que viví en muchos hogares diferentes y con muchas personas distintas. Los primeros años viví con mis padres hasta que se separaron, luego con mi madre algún tiempo y también con mis abuelos a los que cuidé, agradecido, cuando ellos fueron mayores. Algunos años nos cuidó mi tía, a la que quiero mucho.

Estuve también viviendo en un Centro durante un año más o menos. Me gustaba estar allí, ya desde muy pequeño era consciente que la situación que se vivía en mi casa no era buena. Aún así, a lo largo de mi vida he seguido estando cerca de mi familia desde diferentes posiciones. Me ha tocado cuidar mucho de mi madre y de mis hermanos más pequeños. Hoy por hoy, sigo estando pendiente de mis hermanos, y me siento contento por los pasos que van dando sobreponiéndose a las cosas menos bonitas que, como a mí, les ha tocado vivir.
Recuerdo que desde muy niño ya era un espíritu libre, marchaba y volvía cuando quería sin que nadie me dijera que no lo podía hacer. Comencé a fumar y a moverme en el barrio con amigos con los que hacía la vida. Aún con eso, creo que siempre he tenido los pies en la tierra, he sabido dónde están los límites. En aquella época, comencé en el Centro de Día Fontana, hacíamos un montón de actividades que me gustaban. Aprendí a estar más seguro de mí mismo, a valorar el día a día, la vida que estaba construyendo…

A los quince dejé el instituto, faltaba mucho a clase y me iba por ahí a liarla. Era consciente de que no estaba haciendo nada y eso no me gustaba. Entonces comencé un curso de hostelería, «quería ser camarero». En el curso tuve un periodo de prácticas en un restaurante donde luego empecé a trabajar, allí descubrí a mi «segunda familia». Estuve seis años y aprendí la mayor parte de las cosas que conozco sobre el mundo de la hostelería, además de crecer a nivel personal muchísimo. Fue una escuela genial y yo era como una esponja.
Después de seis años trabajando allí, en los que también lo compaginé con los estudios para sacar el título de la ESO, que había abandonado, me apeteció cambiar de aires. Hablé con el que había sido mi profesor en la escuela de hostelería y me puso en contacto con el trabajo en donde sigo hoy en día. En aquel momento lo único que pedía era un contrato a jornada completa ya que necesitaba el dinero para mantener a mi familia, mis ingresos eran los únicos que entraban en casa. Durante nueve años fue así, mi madre y mis hermanos dependían económicamente de mí. Son mi familia, nunca lo dejarán de ser a pesar de todo. Hoy miro a mi hermano que trabaja conmigo y veo valores, responsabilidad, compromiso… eso me gusta, me enorgullece y siento que al menos un poquito he podido participar en eso.

Comencé en este segundo trabajo como camarero, también era un restaurante y a los pocos meses me propusieron asumir la gerencia. Hice un curso de formación y… ¡adelante! Al principio sentía que aquello me iba a quedar muy grande, por otra parte no me daba miedo la responsabilidad. Fue una etapa de aprender mucho, pero también de vivir mucho estrés y muchas situaciones laborales difíciles.

Actualmente sigo trabajando de gerente en este restaurante, hecho un cable cuando me necesitan en el restaurante donde comencé y que considero mi familia, organizo algún catering y a esto sumo mi papel de profe de camarero en la Escuela de Formación JuanSoñador.

Este último trabajo se ha cruzado como de sorpresa en mi vida y me ha dado la oportunidad de ponerme en el lado en el que yo estaba hace no más de diez años. Surgió de casualidad, uno de los días que pasé a ver a la gente del Centro de Día, me comentaron que se buscaba un profe para un curso de camarero en la Escuela. Como yo me muevo en este ámbito, claro que se me ocurrió algún nombre que propuse pero en ese momento no podían, así que se me pasó por la cabeza la posibilidad de ofrecerme yo mismo ¿Por qué no?… Una nueva oportunidad en mi vida. Era un reto y una experiencia que me apetecía vivir. Presenté el currículo e hice una entrevista en la que supongo que de nuevo vieron algo en mí que encajaba con el proyecto.
Esta experiencia ha sido muy especial, al principio pensé que me iba a costar mucho situarme desde este lado frente a un grupo de chicos y chicas del que claramente yo podría haber formado parte hace algunos años, pero ha fluido de manera muy natural desde el principio. Estoy muy contento de ver a los chicos y chicas finalizar el curso con éxito, ver cómo han estado haciendo las prácticas y superándose a sí mismos. Ha sido una experiencia de la que estoy orgulloso, un aprendizaje constante en dónde me he visto a mí con dieciséis años. Hoy tengo aún más claro que los límites de cada uno los ponemos nosotros mismos y que hay que luchar por lo que quieres con fuerza. Yo nunca imaginé estar llevando un restaurante, o estar formando a un grupo de jóvenes, pero a base de esfuerzo y de superación, ha sido posible.

Espero poder seguir creciendo día a día, tanto a nivel personal como profesional. Me gustaría seguir dando cursos, formando a gente y aprendiendo de quien me encuentro delante. Me siento muy feliz y realizado en mi trabajo y con la vida que tengo”.

En aquel momento no podía imaginar que fuéramos a ser compañeros, que ambos estuviéramos enrolados en la tarea de educar y mira tú por dónde, que hoy, no me extraña nada… ¿Cómo me va a extrañar? ¿Quién mejor que tú para esta labor? ¿Quién mejor que tú para entender las vueltas que da el mundo, que da la vida?

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