Las entidades que conforman la Coordinadora Estatal de Plataformas Sociales Salesianas han consolidado a lo largo de los años sus líneas de intervención familiar, considerándolas un pilar fundamental de su labor socioeducativa. Este enfoque se centra en la parentalidad positiva como una herramienta de transformación, impactando directamente en la vida de los menores y adultos a quienes acompañan.
Este enfoque parte de una premisa sencilla pero poderosa: cuidar a quienes cuidan. Es decir, ofrecer acompañamiento, herramientas, espacios de escucha y formación a madres, padres y figuras cuidadoras para que puedan ejercer su rol desde el afecto, la coherencia, los límites saludables y la corresponsabilidad. Frente a modelos centrados en el control o la sobreprotección, la parentalidad positiva apuesta por relaciones basadas en la confianza, la comunicación y el respeto mutuo.
Se trata de modelo compartido, vivo, en red…
La clave de esta innovadora iniciativa reside en su enfoque colaborativo a nivel nacional. Este modelo permite a las diversas plataformas sociales intercambiar materiales, metodologías y conocimientos. A lo largo de los años, se han consolidado procesos de reflexión conjunta, sesiones de formación, recursos pedagógicos compartidos y espacios de evaluación continua. El resultado es un modelo de intervención unificado, pero lo suficientemente flexible para adaptarse a las particularidades y contextos locales.
Este modelo, más allá de su estructura técnica, se entiende como una metodología flexible que orienta la labor educativa con familias desde una mirada integral. Un modelo que evoluciona con la práctica y se enriquece a partir del intercambio entre equipos, con la convicción de que la intervención familiar no puede improvisarse, pero sí debe personalizarse.
Las familias con las que trabajamos atraviesan situaciones muy diversas: migraciones recientes, dificultades económicas, precariedad habitacional, monoparentalidades, desarraigo, conflicto familiar o institucionalización infantil. Por eso, el enfoque de parentalidad positiva se adapta a distintos formatos: escuelas de familias, grupos de crianza, talleres temáticos, visitas domiciliarias, sesiones individuales o mediaciones.
En este camino, resulta imprescindible visibilizar también la realidad específica de muchas mujeres migrantes que ejercen su rol parental atravesadas por múltiples formas de vulnerabilidad. A menudo asumen en solitario la crianza de sus hijos e hijas, enfrentándose a barreras lingüísticas, precariedad laboral, discriminación estructural y ausencia de redes de apoyo. Reconocer estas interseccionalidades no solo es un ejercicio de justicia social, sino también una condición necesaria para ofrecer un acompañamiento respetuoso, contextualizado y realmente transformador.
El punto en común es la apuesta por fortalecer capacidades parentales en contextos de vulnerabilidad, desde una lógica de acompañamiento más que de intervención directa. Escuchar, comprender, orientar y sostener procesos educativos desde lo cotidiano es una forma concreta de prevenir situaciones de riesgo y promover entornos seguros y afectivos para la infancia.
Este trabajo con familias no se entiende como una acción aislada ni puntual. Ha formado y forma parte de una visión estratégica a largo plazo, que entiende que no es posible trabajar con niños, niñas y adolescentes sin tener en cuenta sus vínculos más significativos. Apostar por la parentalidad positiva implica trabajar desde la coherencia: lo que proponemos a las personas jóvenes debe estar en sintonía con lo que acompañamos en sus hogares.
Además, esta línea fomenta una manera de hacer que va más allá del contenido de las sesiones: crea comunidad, genera redes de apoyo mutuo entre familias, equipos educativos y profesionales de distintos ámbitos. Promueve la corresponsabilidad entre los entornos familiares, escolares y sociales, construyendo así estructuras más sólidas de acompañamiento.
El compromiso con la parentalidad positiva en el marco de la CEPSS es un proyecto continuo y con visión de futuro, no una iniciativa aislada. Las organizaciones participantes siguen perfeccionando su labor en este campo a través de la mejora constante de recursos, la capacitación de sus equipos y la integración de nuevos conocimientos de los ámbitos social, educativo y comunitario.
La clave de su continuidad está en el equilibrio entre una visión compartida —basada en valores y objetivos comunes— y la adaptación local, que permite responder a las necesidades concretas de cada familia, territorio y equipo. Se trata de sostener procesos de acompañamiento que transformen desde lo cercano, desde lo cotidiano, desde la ternura.
Desde la Coordinadora Estatal, seguimos apostando por cuidar a quienes cuidan, por compartir lo que funciona, por seguir construyendo una red sólida que sitúe a las familias en el centro de la acción social. Porque acompañar la parentalidad no es solo una tarea educativa: es también una manera de defender derechos, de prevenir desigualdades y de sembrar vínculos donde a veces solo queda distancia.