El voluntariado juvenil como motor de cambio | Voces desde Madre Selva

14 de mayo de 2025
Tres jóvenes voluntarias comparten cómo el voluntariado internacional transforma vidas, despierta conciencia y siembra esperanza en comunidades y personas.

El voluntariado juvenil como motor de cambio

Voces desde Madre Selva sobre el impacto del voluntariado internacional en la vida de jóvenes y comunidades. 

En el mundo actual, donde a menudo se habla de desafíos y dificultades, existen jóvenes que eligen activamente construir un futuro más esperanzador. A través del voluntariado internacional, estas jóvenes no solo ofrecen su tiempo y energía, sino que también experimentan una profunda transformación personal y contribuyen a cambios significativos en las comunidades donde trabajan. Tenemos el privilegio de escuchar a Laura, Rebeca y Adriana, tres jóvenes que han vivido esta experiencia con la Fundación Madre Selva ONGD en México, Guinea Ecuatorial y Bolivia respectivamente. Sus testimonios nos revelan cómo el voluntariado puede ser una poderosa fuente de esperanza, tanto para ellas como para las personas con las que se encuentran, y cómo esta experiencia moldea su visión del mundo y su papel en él. 

Las voluntarias relataron instantes que encendieron la llama de la esperanza en sus corazones. Adriana, en Bolivia, fue recibida con abrazos y sueños de niñas que aspiraban a ser ingenieras y fisioterapeutas, demostrando una calidad de propósito inspiradora. Rebeca, en Guinea Ecuatorial, presenció la transformación de una niña que, tras semanas de incomunicación, logró expresarse a través del arte, un rayo de luz en medio de la adversidad. Laura, en México, encontró esperanza en la dedicación desinteresada de personas voluntarias que ofrecían comida y apoyo a familias en el hospital, recordándonos la bondad inherente a la humanidad. 

El voluntariado internacional no solo impactó a las comunidades, sino que también transformó profundamente a las voluntarias. Rebeca destacó la importancia de “estar presente” y valorar el trabajo comunitario, aprendiendo de la resiliencia y del sacrificio. Laura compartió cómo el voluntariado se convirtió en su estilo de vida, replanteando su forma de pensar y actuar, y derribando prejuicios. Adriana reflexionó sobre cómo la experiencia la llevó a cuestionarse a sí misma y a crecer inmensamente, sintiéndose diferente al regresar a su entorno. 

Las voluntarias también hablaron sobre el momento en que se dieron cuenta de sus privilegios y cómo se despojaron de ellos, o al menos pusieron consciencia, para conectar genuinamente con las personas. Rebeca lo describió como un proceso gradual de asimilación y reflexión, valorando lo que otras personas daban y aprendiendo a no preocuparse por cosas aparentemente innecesarias. Laura enfatizó que, una vez que te quitas esa “mochila”, ya no te la vuelves a poner, y vuelves con una renovada perspectiva de empatía y acompañamiento. 

Animaron a los y las jóvenes a no tener miedo de conocer otras realidades y culturas, a escuchar y a decidir por sí mismos. Recomendaron ir “con el corazón abierto y los pies en la tierra”, comprometiéndose desde la humildad y el amor. Además, las voluntarias, con una honestidad refrescante, no endulzaron la realidad del voluntariado internacional. Advirtieron que “lo vamos a hacer mal”, reconociendo que la perfección no es el objetivo y que los errores son inevitables. Esta declaración no es una invitación a la inacción, sino más bien un permiso para ser humanos, para aprehender sobre la marcha y para aceptar que no tenemos todas las respuestas. Subrayaron que lo crucial es aprender de esos errores, crecer a partir de ellos y sobre todo, dar lo mejor cada una con sinceridad y entrega.  Lejos de convertirse en un mensaje desalentador, este reconocimiento de la imperfección se convierte en un llamado a la valentía. Invitaron a otros y otras jóvenes a “saltar” a la experiencia, a atreverse a salir de su zona de confort y a sumergirse en realidades diferentes. Este “salto” no es ciego, sino consciente de que la experiencia será única, transformadora y, a menudo, desafiante. Se reconoce así que el voluntariado internacional no es un simple acto de caridad, sino un intercambio profundo que moldea tanto a quien da como a quien recibe. Es un viaje de autodescubrimiento, de crecimiento personal y de conexión genuina con la humanidad, más allá de las diferencias culturales y geográficas. 

Las voluntarias resaltaron que el voluntariado es un aprendizaje constante, no sólo teórico sino vivencial. Enfatizaron que el voluntariado es mucho más que una mera actividad; es un proceso de aprendizaje continuo y profundo. No se trata únicamente de adquirir conocimientos teóricos, sino de sumergirse en experiencias vivencial que transforman la perspectiva y el ser interior. Como bien señaló Laura, “te da herramientas para tu vida increíbles”. Rebeca fue clara al afirmar que “en todos los sitios hay necesidades”. Desmitificaron la idea de que el voluntariado internacional pueda llegar a ser más valioso que el local, subrayando que cualquier acción, por pequeña que parezca, tiene un impacto y contribuye al cambio. 

Además, también destacaron la importancia fundamental de la formación previa ofrecida por Madre Selva. Esta formación no solo prepara a los y las voluntarios y voluntarias para el choque cultural que puedan experimentar, sino que también les brinda herramientas para desenvolverse en contextos diferentes y construir relaciones significativas. Tal y como explicó Laura, esta formación “establece una familia”, creando lazos entre las personas voluntarias que comparten la experiencia y que se convierten en un soporte invaluable durante y después de la misión. Este acompañamiento, según las voluntarias, es esencial para afrontar los desafíos, aprender de los errores y aprovechar al máximo la oportunidad de crecimiento personal y social que ofrece el voluntariado.

El grupo de discusión con la voluntarias de Madre Selva nos dejó un mensaje claro: el voluntariado es una poderosa herramienta de transformación personal y social. Nos invita a salir de nuestra zona de confort, a cuestionarnos nuestros privilegios y prejuicios, y a conectar genuinamente con los demás. Nos recuerda que todos y todas tenemos el poder ser agentes de cambio y que, como dijo Laura, “en nuestras manos, está el futuro”. 

Si te sientes inspirado o inspirada por estas historias y quieres vivir tu propia experiencia a través del voluntariado internacional, te invitamos a contactar con Madre Selva a través de sus redes sociales o página web. Atrévete a sembrar esperanza y transformar el mundo. 

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