Donde la calle no es destino
Una mirada al mundo
Entre el ruido del tráfico y las rutinas que avanzan sin mirar atrás, algo irrumpe con suavidad y firmeza: un hogar. No uno cualquiera, sino uno que nace del deseo profundo de proteger, de cuidar, de devolver el presente a quienes solo tenían pasado. En Yaundé, capital de Camerún, un nuevo hogar salesiano ha abierto sus puertas para adolescentes y jóvenes que vivían en la calle. Y con él, una posibilidad que parecía remota: empezar de nuevo.
Un hogar para sanar lo invisible
En este lugar no se ofrecen milagros. No se promete borrar el pasado. Pero sí se construye algo tan poderoso como el futuro: se cultiva la confianza, se acompaña la herida, se nombra el dolor. Los Salesianos de Don Bosco en Camerún no llegan como salvadores. Llegan como hermanos. Escuchan. Se quedan. Y abren un espacio donde volver a sentirse seguros no sea un lujo, sino un derecho.
Cada joven cuenta
El hogar está pensado para acoger inicialmente a quince adolescentes, pero su valor va mucho más allá de la cifra. Representa una visión concreta de justicia, una respuesta amable y firme ante una de las realidades más duras del continente: la juventud rota, sola, invisible. Chicos y chicas que han sido víctimas de abusos, explotación, consumo de sustancias o simplemente del olvido sistemático. A ellos, este hogar les dice: “Aquí sí importas”.
La esperanza se construye
No es casualidad que este proyecto nazca del corazón de una congregación que apuesta por la educación y la presencia junto a la infancia y juventud más vulnerada. Ni tampoco es casualidad que se dé en África, donde la esperanza no es una palabra vacía, sino una actitud cotidiana frente a la adversidad. En este rincón de Yaundé, la esperanza no se declama: se encarna.
Volver a confiar, volver a elegir
Los jóvenes que han llegado al hogar no traen mochilas ni maletas. Traen historias duras, nombres silenciados, una risa tímida que asoma cuando se sienten seguros. Pero también traen una fuerza inmensa: la capacidad de volver a confiar. De volver a soñar. De volver a elegir un rumbo distinto.
Un “buenos días” que lo cambia todo
Allí, un plato caliente puede ser una promesa. Un abrazo, un acto revolucionario. Un “buenos días” al despertar, el inicio de un cambio real. En ese espacio, la esperanza no es solo para ellos. Es también para el mundo. Porque nos recuerda que, incluso en los contextos más difíciles, es posible hacer algo. Y que ese algo puede ser el principio de todo.
Cuando la esperanza viaja
Desde la distancia, este nuevo hogar en Camerún nos interpela. Nos invita a mirar con otros ojos, a implicarnos, a dejar de lado la pasividad cómoda. Porque, como decía Don Bosco, “la educación es cosa del corazón”. Y el corazón, cuando se deja tocar, siempre encuentra la manera de actuar.
Foto e información general proporcionadas por la Agencia Información Salesiana (ANS).