Los movimientos migratorios en América: una crisis humanitaria y la respuesta salesiana
La migración en América es un fenómeno complejo, impulsado por una combinación de factores estructurales, políticos y sociales. Miles de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a la violencia, la pobreza, la persecución y el cambio climático. En este contexto, la reciente política migratoria de Estados Unidos ha exacerbado la vulnerabilidad de las poblaciones en tránsito, generando una crisis humanitaria que requiere una respuesta urgente y solidaria.
Contexto actual de la migración hacia Estados Unidos
América Latina y el Caribe enfrentan una situación crítica con respecto a la migración. Desde el Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Guatemala y Honduras) hasta Venezuela y Haití, millones de personas buscan refugio y oportunidades en el norte del continente. No obstante, las nuevas medidas migratorias implementadas por la administración de Donald Trump han complicado aún más este camino. Según el comunicado de la Red CLAMOR, estas políticas refuerzan un enfoque de seguridad nacional que criminaliza a las personas migrantes y restringe las solicitudes de asilo, dejando a miles en una situación de desprotección extrema.
Según datos del Migration Policy Institute, Estados Unidos ha intensificado las deportaciones masivas y ha impuesto nuevas restricciones a las visas humanitarias, lo que ha provocado que familias enteras queden varadas en la frontera, expuestas a redes de trata y violencia organizada. Organismos internacionales como ACNUR y la OIM han alertado sobre la gravedad de la crisis, haciendo un llamado a la comunidad internacional para promover políticas de acogida y protección.
El impacto en la infancia y la juventud migrante
Uno de los sectores más afectados por estas políticas restrictivas es la infancia. En su camino hacia el norte, miles de niños y niñas enfrentan barreras estructurales que les impiden acceder a derechos fundamentales como la educación, la salud y la seguridad. Aunque en muchos países de tránsito existen programas que en teoría buscan la integración, la realidad es que las condiciones en las que viven las personas migrantes en albergues y refugios hacen que la escolarización y el acceso a servicios básicos sean extremadamente limitados.
Además de las dificultades materiales, la infancia migrante experimenta un impacto emocional profundo. La incertidumbre, la separación de sus familias y la exposición a la violencia en el trayecto afectan su bienestar psicológico. Para muchos, la falta de documentos y la ausencia de apoyo gubernamental los convierte en invisibles dentro de los sistemas educativos y sociales, lo que agrava aún más su situación.
Recientemente, se ha informado que el Gobierno de Estados Unidos ha perdido la pista de más de 32.000 menores que llegaron al país no acompañados. Estos niños y niñas, al no presentarse a sus citas en los tribunales de inmigración, corren un mayor riesgo de ser víctimas de trata, explotación o trabajo forzoso, además de enfrentar una mayor probabilidad de deportación. Esta situación pone de manifiesto la falta de coordinación entre las agencias gubernamentales y la necesidad urgente de establecer mecanismos de seguimiento y protección más efectivos.
En este contexto, la postura de la Iglesia y de los salesianos es clara: la infancia y la juventud son sujetos de derechos y merecen protección integral. Como expresó el Papa Francisco, «acoger, proteger, promover e integrar» a las personas migrantes es un deber moral ineludible.
La respuesta salesiana ante la crisis migratoria
Los Salesianos están presentes en las fronteras y en las rutas migratorias de América ofreciendo apoyo a las personas más vulnerables. A través de iniciativas que combinan el arte, la educación y la organización comunitaria, han generado espacios donde las personas migrantes pueden reconstruir su dignidad y fortalecer su voz frente a la injusticia.
En colaboración con la Red CLAMOR y otras entidades, las obras salesianas han desarrollado iniciativas en la frontera entre México y Estados Unidos, en Colombia y en Centroamérica, proporcionando refugio, formación y acompañamiento psicosocial. Programas como «Casa Don Bosco» en Tijuana o «Red Caminantes» en Venezuela han demostrado ser faros de esperanza para quienes han sido despojados de todo.
La filosofía del Sistema Preventivo de Don Bosco y Madre Mazzarello es central en esta labor. En lugar de reprimir, se busca educar desde el amor y la razón, creando espacios seguros y oportunidades de futuro para la juventud migrante.
Una llamada a la acción y a la esperanza
Frente a esta crisis, no podemos ser indiferentes. Como expresa el comunicado de la RASS (Red América Social Salesiana), es necesario que las comunidades locales, la sociedad civil y los gobiernos construyan puentes en lugar de muros. La defensa de los derechos de la infancia y la juventud debe ser una prioridad en cualquier política migratoria.
Es fundamental brindar espacios de expresión para quienes han sido marginados. A través del arte, la educación y la acción colectiva, es posible transformar el sufrimiento en resiliencia y resistencia. Las historias de quienes han cruzado fronteras deben ser contadas, no desde la victimización, sino desde la dignidad y la lucha por la justicia.
Hoy más que nunca, es necesario alzar la voz y actuar. La migración no es un crimen, es un derecho humano. En palabras de Don Bosco: «Caminen con los pies en la tierra y la mirada en el cielo». La esperanza no es solo una aspiración, sino un compromiso activo por la justicia y la dignidad de todos los pueblos.
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