La ruta canaria: un viaje marcado por el riesgo
Las costas de Canarias han sido, en los últimos años, testigos de una de las crisis migratorias más dramáticas de la historia reciente. Cada semana, cientos de personas llegan en cayucos y pateras tras haber atravesado el Atlántico en condiciones extremas. Para muchos, este es el último tramo de un viaje que comenzó meses o incluso años atrás, dejando atrás sus países de origen en busca de un futuro mejor. En otras partes del mundo vemos los mismos procesos y nos hacemos la pregunta: ¿qué impulsa a la juventud a emprender esta travesía mortal? En este artículo nos acercamos a dos realidades con grandes retos: por un lado, África, de la mano de Jorge Crisafulli, y por otro, la realidad de Siria, de la mano de Mary Wendy Dos personas que acompañan a jóvenes en clave salesiana y que nos hablan en primera persona sobre cómo ven ellas la situación.
Raíces de la migración: pobreza, violencia y falta de oportunidades
Conocer los motivos de quienes emigran desde países africanos permite comprender que este fenómeno es más complejo de lo que las narrativas simplistas suelen mostrar. La extrema pobreza y la falta de oportunidades laborales en países como Senegal, Gambia, Mauritania, Malí, Nigeria o Guinea Bissau llevan a miles de personas a buscar en Europa lo que en sus hogares se les niega. Vivir con menos de un euro al día o no tener garantizada una comida diaria son realidades comunes que impulsan la decisión de partir.
Además, el impacto del cambio climático agrava la situación. La desertificación, la escasez de agua y la pérdida de tierras cultivables están forzando a comunidades enteras a abandonar sus hogares. En muchos casos, las dificultades económicas se ven agravadas por la inestabilidad política y la violencia. En el Sahel, grupos armados como Boko Haram o Al Qaeda en el Magreb Islámico han sembrado el terror y forzado el desplazamiento de poblaciones enteras.
La travesía: un infierno entre desiertos y mares
El viaje hacia Europa no comienza en el mar. Para la mayoría de las personas migrantes, la primera etapa es cruzar el desierto del Sahara, donde las altas temperaturas, la falta de agua y la violencia de los grupos criminales hacen que muchos mueran antes de llegar a la costa. Aquellos que logran alcanzar Mauritania o el Sahara Occidental deben enfrentarse a las mafias de traficantes que, por miles de euros, los embarcan en cayucos sobrecargados rumbo a Canarias.
La travesía atlántica es una de las más peligrosas del mundo. Barcos frágiles, sobrecargados y sin equipamiento adecuado navegan durante días sin garantía de supervivencia. Muchos naufragan antes de llegar. En 2023, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 5.000 personas murieron intentando cruzar el Atlántico hacia Canarias.
Fatou, una joven de Gambia, relató su experiencia: «Nos metieron en un bote pequeño, éramos más de cien personas. El agua entraba y algunos empezaron a rezar, otros a llorar. Yo solo pensaba en mi hija, en que no podía morir sin verla de nuevo».
El desencanto tras la llegada
Quienes consiguen llegar con vida a Canarias se enfrentan a una nueva realidad. Para muchos, la llegada a Europa no es el final del camino, sino el inicio de otra lucha: la burocracia, la falta de empleo, el rechazo social y la posibilidad de ser deportados. Sin documentación ni redes de apoyo, muchos migrantes terminan en la economía sumergida, atrapados en un círculo de explotación y pobreza que no imaginaban cuando partieron de sus hogares.
«Pensé que en Europa la gente sería más acogedora, pero muchas veces me han tratado como si no existiera», confiesa Ahmed, un joven de Sudán. Como él, miles de personas descubren que la promesa europea está llena de barreras invisibles que limitan sus oportunidades de construir una vida digna.
Una respuesta desde la dignidad y la justicia
El Papa Francisco ha insistido en la necesidad de un enfoque basado en tres principios: acoger, proteger e integrar. La solución a la crisis migratoria no pasa por criminalizar a quienes buscan una vida mejor, sino por abordar las causas profundas de la migración, promoviendo el desarrollo en los países de origen y garantizando corredores seguros para la migración legal.
Como salesianos, creemos en la importancia de ofrecer oportunidades reales a la juventud africana. Proyectos de educación y formación profesional pueden ser una vía efectiva para evitar que tantos jóvenes se sientan forzados a arriesgar sus vidas en busca de un futuro mejor. No se trata solo de decir «no emigres», sino de construir alternativas que permitan a los jóvenes desarrollar su potencial en sus propios países.
Las migraciones no son un problema, sino una realidad humana. La clave está en encontrar maneras de gestionarlas desde el respeto y la dignidad, reconociendo que nadie abandona su hogar sin una razón de peso. Detrás de cada cifra, de cada cayuco que llega a Canarias, hay una historia, un rostro, una esperanza. Es nuestra responsabilidad mirarlos con humanidad y justicia.
Jorge Crisafulli, sdb
Misionero salesiano. Inspector de Nigeria y Níger.
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La emigración, un medio de supervivencia en Siria
A la luz de las circunstancias actuales que vive el país desde hace más de diez años, la emigración se ha convertido en un sueño para muchos jóvenes sirios que aspiran a un futuro brillante. El país sufre crisis a todos los niveles. Ha sido testigo de un gran colapso económico considerado el peor de su historia moderna, que ha hecho que los sueldos de los empleados del Estado no superen los 20 dólares al mes.
El país sufrió una guerra cruenta durante más de una década, con bombas cayendo sobre nosotros como parte de la rutina diaria. Esta situación ha provocado miedo y ansiedad, e ir al trabajo o a la escuela se ha convertido en una aventura arriesgada. Hemos perdido a muchos amigos y familiares como consecuencia de estos proyectiles, dejando una profunda tristeza en nosotros.
Con la liberación de Siria tras la caída del régimen, las pequeñas mejoras en las necesidades básicas de la vida han pasado a un segundo plano. Sin embargo, persisten el miedo y la inseguridad, y las tasas de secuestros y asesinatos han aumentado ante la falta de estabilidad. Los problemas no se limitan a la seguridad o al aspecto económico, sino también a la disponibilidad de agua y electricidad, que siguen siendo un sueño en medio de la crisis. El acceso a la electricidad se ha limitado a unas pocas horas al día, mientras que el agua se ha cortado durante largos periodos de tiempo que pueden durar semanas.
Además de estas tragedias, las oportunidades laborales se han vuelto muy escasas, y un gran segmento de la juventud siria con titulaciones superiores sufre el desempleo, en una búsqueda frenética de oportunidades que les devuelvan la esperanza de construir un futuro que les garantice una vida digna.
A la luz de todos estos desafíos, la emigración se ha convertido en la esperanza que brilla en medio de esta oscuridad, ya que los países europeos se han convertido en un destino tentador por su seguridad y estabilidad, además de un nivel de vida confortable y una buena educación. Ante estas duras condiciones, los jóvenes sirios están deseosos de abandonar el país en busca de nuevas oportunidades y de un futuro que les permita obtener una vivienda y un nivel de vida dignos.
La emigración ya no es una opción, sino un medio de supervivencia y una búsqueda de una vida mejor para jóvenes con grandes sueños frente a una dolorosa realidad. Esperamos el regreso de la estabilidad económica y política, y la vuelta de la seguridad y la protección, que nos hagan volver a fijar nuestra mirada en permanecer en este país, aferrarnos a él y trabajar para construirlo con todas las fuerzas que tenemos. Aquí podremos vivir y criar a nuestros hijos, para que crezcan en los valores del amor y la tolerancia, y se conviertan en parte de la construcción de un futuro sostenible digno de esta antigua nación.
Mary Wendy Abd
Monitora y catequista en el Centro Don Bosco de Alepo (Siria)
Recién licenciada en Medicina