El cambio climático como motor de migraciones: una realidad innegable

20 de febrero de 2025
El cambio climático está impulsando migraciones masivas en todo el mundo. En Madre Tierra, analizamos sus causas, consecuencias y cómo afecta a millones de personas.

El cambio climático como motor de migraciones: una realidad innegable

El cambio climático es una realidad ineludible que acapara titulares a diario. Mientras algunos medios de comunicación convencionales alertan sobre sus consecuencias, otros niegan su existencia o, peor aún, promueven políticas que favorecen su avance. Lo cierto es que el cambio climático es un problema global que nos afecta cada vez más, y sus efectos van mucho más allá del aumento de las temperaturas. En este texto, exploraremos cómo los cambios en el clima están impulsando procesos migratorios a nivel mundial, analizando las causas, las consecuencias y algunos ejemplos más relevantes. No es nuestra intención ser alarmistas ni tampoco repetitivos en las argumentaciones del cambio climático pero no podemos obviar algunas claves que nos dan los datos y que nos ayudan a entender el fenómeno por el que estamos pasando.

Tradicionalmente, se ha atribuido la migración a factores económicos, con personas que buscan escapar de la pobreza y mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, esta visión simplista ignora la complejidad del fenómeno migratorio. Además de las razones económicas, existen otros factores que obligan a las personas a abandonar sus hogares, como los conflictos bélicos, la persecución política y, cada vez más, el cambio climático. Esperemos que esta lectura ayuda a comprender la complejidad del fenómeno y ayude a combatir los efectos de la desinformación y el odio sembrado por algunos sectores.

Evidencias del cambio climático

El cambio climático es una realidad evidente a través de múltiples indicadores. En las últimas décadas, las temperaturas globales han aumentado de manera alarmante, con los años recientes siendo los más cálidos jamás registrados y con olas de calor extremo afectando a todas las regiones del planeta. Este calentamiento ha acelerado el derretimiento de los glaciares y del hielo polar, especialmente en Groenlandia y la Antártida, lo que contribuye al aumento del nivel del mar y pone en riesgo a comunidades costeras. Además, los eventos climáticos extremos, como huracanes, sequías, inundaciones y olas de calor, se han vuelto más frecuentes e intensos, generando devastación y forzando desplazamientos masivos de población. A esto se suma la creciente concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, que ha superado las 420 partes por millón (ppm), un nivel sin precedentes en millones de años, exacerbando aún más los efectos del cambio climático.

El cambio climático como impulsor de la migración

El cambio climático afecta directamente las condiciones de vida, la seguridad y las oportunidades económicas en muchas regiones del mundo, lo que provoca desplazamientos de población. A continuación, analizamos algunas de las formas en que el cambio climático influye en las migraciones.

Eventos climáticos extremos

Los desastres naturales como inundaciones, huracanes y sequías se han vuelto más frecuentes e intensos debido al cambio climático, destruyendo hogares, tierras de cultivo e infraestructuras, y forzando a miles de personas a desplazarse. Un ejemplo de ello es el ciclón Mocha, que en mayo de 2023 azotó las costas de Myanmar y Bangladés con vientos de hasta 250 km/h, causando una destrucción masiva. En Bangladés, más de 1,6 millones de personas fueron desplazadas, mientras que en Myanmar, especialmente en el estado de Rakhine, miles más perdieron sus hogares, incluidos quienes vivían en campamentos de refugiados. De manera similar Sudán del Sur sufrió inundaciones prolongadas que se intensificaron en 2024. Las lluvias, que se extienden entre agosto y diciembre, han obligado a más de 240.000 personas a abandonar sus hogares, según la ONU, evidenciando el impacto devastador del cambio climático en comunidades vulnerables.

Degradación de tierras y escasez de recursos

El cambio climático está acelerando la degradación de tierras, especialmente en regiones áridas y semiáridas, lo que reduce la capacidad de las personas para cultivar alimentos y sostener sus medios de vida. La escasez de agua, agravada por sequías prolongadas, afecta particularmente a comunidades agrícolas y rurales, obligándolas a migrar en busca de recursos. Un ejemplo claro de este fenómeno es el Sahel africano, una franja que se extiende desde el Mar Rojo hasta el Atlántico, donde la desertificación ha provocado migraciones masivas hacia zonas urbanas o países vecinos. En esta región, más de 135 millones de personas dependen de la tierra para su subsistencia, pero el avance de la desertificación amenaza su seguridad alimentaria y sus condiciones de vida. Además del cambio climático, otros factores han contribuido a la degradación del suelo, como el sobrepastoreo, que ha dañado la capacidad de regeneración de la tierra, y las prácticas agrícolas insostenibles, que han agotado los suelos por el uso intensivo sin periodos de descanso. Esta combinación de factores hace que la vida en muchas zonas del Sahel sea cada vez más insostenible, forzando a millones de personas a desplazarse en busca de mejores oportunidades. A esto se suman la inestabilidad política, la expansión del terrorismo yihadista y los conflictos armados, que agravan aún más la crisis humanitaria en la región.

Aumento del nivel del mar

El aumento del nivel del mar representa una grave amenaza para las comunidades costeras y las pequeñas naciones insulares, que pueden verse obligadas a abandonar sus hogares de manera permanente. En las islas del Pacífico, como Tuvalu y Kiribati, este fenómeno ya está provocando migraciones internas y externas debido a la pérdida de territorio. Tuvalu, un archipiélago compuesto por nueve atolones, tiene una elevación máxima de solo 4,5 metros sobre el nivel del mar, lo que lo hace especialmente vulnerable. El avance de las aguas ha provocado la inundación de tierras y la salinización de los acuíferos, afectando la agricultura y el acceso al agua potable. Según el Banco Mundial, el 70% de las familias en Tuvalu han experimentado desplazamientos dentro de la isla debido a la pérdida de tierras y recursos, mientras que muchos tuvaluanos han optado por migrar a países como Nueva Zelanda y Australia a través de programas de visas especiales. Esta situación refleja la realidad de muchas naciones insulares que, ante la crisis climática, enfrentan la posibilidad de convertirse en los primeros en desaparecer bajo el mar.

Impactos económicos

Además de las consecuencias más dramáticas señaladas en los puntos anteriores, existen otros factores que también afectan profundamente a las comunidades vulnerables, como la pérdida de medios de subsistencia. Agricultores, pescadores y otras personas que dependen de los recursos naturales ven reducidos sus ingresos debido a los cambios en el clima, lo que los obliga a migrar en busca de trabajo. En América Central, la pérdida de cosechas provocada por sequías y lluvias extremas es un factor clave que impulsa las migraciones hacia Estados Unidos y otros países. Un caso destacado es el del Corredor Seco, una zona que abarca partes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, donde millones de personas dependen de la agricultura de subsistencia. Las sequías recurrentes en esta región han causado estragos en la producción de alimentos, afectando especialmente cultivos básicos como el maíz y el frijol. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en algunos años las sequías han provocado la pérdida de hasta el 50% de las cosechas, dejando a muchas familias sin alimentos ni ingresos. Como resultado, miles de personas han optado por migrar dentro de sus propios países o hacia destinos como México y Estados Unidos, una de las evidencias más claras de cómo la crisis climática no solo afecta el medio ambiente, sino que también genera desplazamientos forzados y crisis humanitarias.

Efectos colaterales

El cambio climático no solo provoca los desplazamientos descritos, sino que también genera efectos colaterales como el aumento de tensiones sociales y conflictos por la escasez de recursos. La competencia por agua, alimentos y tierras cultivables puede agravar conflictos locales y forzar migraciones. Un ejemplo claro de esta dinámica se observa en el Cuerno de África, una región que incluye países como Somalia, Etiopía, Kenia y Yibuti, donde la degradación ambiental y el cambio climático han exacerbado las disputas por recursos naturales. Entre 2020 y 2023, el Cuerno de África sufrió una de las peores sequías en 40 años, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), afectando a más de 20 millones de personas. La falta de agua y pastos ha intensificado las tensiones entre comunidades pastorales y agrícolas, especialmente en zonas fronterizas como la región de Oromía en Etiopía y el norte de Kenia. En Somalia, la escasez de recursos ha exacerbado los conflictos entre clanes y ha facilitado el reclutamiento de personas vulnerables por parte de grupos armados como Al-Shabaab. Estos factores evidencian cómo el cambio climático puede actuar como un multiplicador de crisis, intensificando conflictos existentes y generando nuevas olas de desplazamientos forzados en regiones vulnerables.

Proyecciones futuras

Según el Banco Mundial, si no se toman medidas urgentes, más de 200 millones de personas podrían verse obligadas a migrar dentro de sus propios países debido a los impactos del cambio climático para 2050. El informe Groundswell, publicado en 2021, estima que esta crisis afectará especialmente a regiones vulnerables como África subsahariana, Asia meridional y América Latina. En detalle, se proyecta que África al sur del Sahara podría registrar hasta 86 millones de migrantes internos, Asia oriental y el Pacífico 49 millones, Asia meridional 40 millones, el norte de África 19 millones, América Latina 17 millones y Europa oriental y Asia central 5 millones. Sin embargo, el informe destaca que con acciones globales coordinadas, como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y estrategias de desarrollo resilientes, es posible disminuir significativamente el número de migrantes climáticos internos. Es importante señalar que estas cifras no incluyen migraciones internacionales y pueden variar según las políticas implementadas para mitigar los efectos del cambio climático. En este contexto, el cambio climático actúa como un «multiplicador de amenazas», agravando las condiciones de vida y forzando a millones de personas a desplazarse, lo que genera repercusiones sociales, económicas y políticas a nivel global. Esto subraya la urgencia de abordar el cambio climático no solo como un problema ambiental, sino también como un desafío humanitario.

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