Julián Martín de Soto Domínguez. Profesor, director de Formación Profesional y miembro del comité de dirección de la Fundación Tomillo.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL EN LA ACTUALIDAD?
Desde mi punto de vista, lo que está ocurriendo tiene que ver con un proceso de ajuste natural de la oferta-demanda de la formación con la oferta del mercado laboral. Ya la Unión Europea lleva tiempo diciéndonos que debemos fortalecer nuestra formación técnica, no sólo como una vía alternativa para reconducir a aquellos y aquellas jóvenes que quedan varados al margen del sistema educativo, sino porque el mercado laboral requiere de profesionales cualificados con una fuerte base digital que sean capaces de poner su talento al servicio de los retos que afrontamos en el siglo XXI.
Hasta hace poco menos de una década —aún ocurre, pero en menor medida—, hemos estado empleando graduados universitarios para desarrollar labores técnicas dentro de la empresa que, cualquier titulado en FP en la materia concreta, podía desarrollar de manera solvente gracias a un conocimiento más práctico y más especializado. Estos puestos, demandantes de personas sobrecualificadas, presentaban una alta rotación o generaban una alta insatisfacción en las personas que lo desempeñaban. Cuando estas empresas han comprobado que el talento procedente de las titulaciones de FP se ajusta más y mejor a las necesidades de los puestos, han comenzado a demandar profesionales con perfiles no universitarios.
El ejemplo clarísimo de este fenómeno lo encontramos en las profesiones digitales: no existen en la actualidad suficientes personas formadas en este campo, de ahí que haya más de 20.000 puestos vacantes en todo el país. Este hecho nos lleva a la necesidad de buscar talento procedente de la FP en cualquiera de sus variedades —ciclos formativos, cursos de formación para el empleo, etc.
Muy pocas son ya las universidades privadas que no se hayan lanzado a abrir titulaciones de FP en sus instituciones. El cambio de tendencia es claro y el sistema, comenzando por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, lo está recogiendo para acompañarlo a nivel normativo.
¿DÓNDE QUEDAN EN TODO ESTO LOS JÓVENES Y LAS JÓVENES PROCEDENTES DE CONTEXTOS DESFAVORECIDOS?
El nuevo paradigma de la Formación Profesional es una oportunidad única para reducir la brecha económica, social, educativa y digital de aquellas personas que proceden de contextos educativos. Por un lado, el mercado de trabajo no cuenta con profesionales formados en ciertos ámbitos, y por otro, existen miles de jóvenes con talento que, con una formación específica, podrían desempeñar dichos puestos. Apostar por la Formación Profesional en este tipo de contextos significa apostar por la equidad educativa a nivel sistémico.
¿VALE LA MISMA RECETA PARA TODOS?
Aquí está la cuestión más relevante de todas. No vale la misma receta para todos. No necesitamos una Formación Profesional que recuerde a la experiencia educativa que expulsó a estos y estas jóvenes del sistema. Y no lo necesitamos por dos motivos: el primero, porque no se ajusta a lo que las empresas están pidiendo a nivel competencial; el segundo, porque no responde a las necesidades específicas de esta población y a las carencias previas que es necesario cubrir. Si no atendemos estas dos cuestiones de manera intencional no podremos reducir las brechas de las que hablábamos anteriormente. Los exámenes, los libros de textos, las aulas cerradas, las mesas mirando a la pizarra, la separación artificial de las materias en asignaturas, la barrera infranqueable entre lo formal y lo no formal… forman parte del modelo anterior y debemos trascenderlo para generar igualdad de oportunidades para estos y estas jóvenes.
¿CÓMO ESTÁIS ENFOCANDO ESTA SITUACIÓN DESDE FUNDACIÓN TOMILLO
Hace cinco años decidimos enfocar nuestra Formación Profesional de otra manera. Salirnos del estándar tradicional de educación formal y no formal para generar un modelo mixto que recogiese la potencialidad de cada una. Un modelo que se encuentra en la intersección entre lo laboral, lo social y lo educativo. Llegamos a la conclusión de que, sólo trabajando desde ese centro, desde lo que llamamos educación integral, podemos llegar a atender la diversidad de necesidades que cada individuo necesita. Porque el problema al que atendemos es sistémico y tiene muchas dimensiones. Desde lo puramente educativo, sólo podemos llegar parcialmente a una parte del problema. Es necesario poner en marcha un modelo holístico, integral, que nos permita acompañar de forma global. A este modelo, le llamamos Itinerario Plus. Itinerario Plus se asienta en tres pilares: un modelo educativo innovador, un sistema de acompañamiento integral y un conjunto de experiencias que rompen los muros.
En Itinerario Plus, todo gira en torno al marco competencial, un marco validado internacionalmente que persigue formar a personas conscientes, competentes y comprometidas y que apuesta por un modelo de desarrollo de dentro a fuera que permite a la persona ser, crecer y pertenecer. Estas competencias están integradas en proyectos conectados con la realidad de la profesión que favorecen el aprendizaje práctico y la reflexión. Las asignaturas, los exámenes y los boletines de notas desaparecen para dar paso a una evaluación para el aprendizaje que poner más foco en el progreso y en el proceso que en el resultado.
El acompañamiento es el elemento fundamental del modelo. Itinerario Plus propone un sistema de acompañamiento que empieza con el proyecto de acogida y que cuenta con figuras clave a lo largo del proceso que asumen la función de tutoría y orientación. El programa de orientación vocacional se responsabiliza del descubrimiento y desarrollo de las vocaciones de cada joven, que, podrá contar con la ayuda externa de un mentor o una mentora. Este acompañamiento finaliza con las prácticas en empresas, que suponen el primer salto al mundo profesional. Este salto es de crucial importancia y es necesario cuidarlo cautelosamente.
Pero en Itinerario Plus las paredes se rompen y dan paso a espacios abiertos donde lo formal y lo no formal se mezclan. El aprendizaje puede tener lugar en muchos sitios (en el aula, en la empresa, en la naturaleza, etc.), las competencias se pueden trabajar y desarrollar desde diferentes ámbitos y es aquí donde aparece nuestro Espacio de Artes Escénicas, vinculado a la Formación Profesional. Los jóvenes y las jóvenes pueden decidir irse de Erasmus o participar en proyectos que salen completamente de la rutina diaria.
Después de cuatro cursos, sentimos que lo seguimos construyendo, pero cada vez se parece más a la Formación Profesional que soñamos y que proponemos para combatir la inequidad de oportunidades.
¿QUÉ ROL JUEGA LA EMPRESA EN TODO ESTO?
La empresa es un aliado fundamental en el proceso. Desde la intervención directa en el aula a través de programas de voluntariado corporativo, hasta la acogida de jóvenes en sus programas de prácticas, pasando por la inestimable ayuda que nos aportan en la actualización de nuestros programas y en la ejecución de algunos propios como la FP Dual. Nuestro imaginarium de Formación Profesional no se entiende sin la empresa.
EN TU OPINIÓN, Y CON TODO LO QUE HEMOS HABLADO, ¿CÓMO AFRONTÁIS EL FUTURO DE LA FORMACIÓN PROFESIONAL?
Sentimos que estamos en un momento trascendental para la Formación Profesional. El paradigma está cambiando y somos las entidades socioeducativas que estamos ligadas a la intervención quiénes tenemos la responsabilidad de proponer al sistema soluciones de valor que ayuden a afrontar los retos futuros. En esas soluciones, nuestro foco está en velar por la equidad, proporcionando ideas y modelos que incluyan a las personas que cuentan con menos oportunidades. Somos optimistas. Creemos que es un momento para pensar juntos, para crear juntos, para crecer juntos. Sólo a través de las alianzas público-privadas a diferentes niveles del sistema y a través de un entendimiento común de la naturaleza del problema, podremos crear soluciones alineadas que nos acerquen al futuro que buscamos y necesitamos.