¿Un amigo en esta sociedad ajena?

13 de julio de 2022
La amistad social como una propuesta que engloba el ámbito cultural e institucional, guiado a través del carisma salesiano.

Rafael Bejarano Rivera, sdb – Obras sociales salesianas, sede central Roma

Rafael Bejarano

Ayyyy!… (Gritos y alboroto en la calle) “y si te vuelvo a ver por aquí, te juro que te llevarás un golpe más fuerte”. Ante tanta convulsión me asomé por la ventana de mi oficina que da a una ruidosa calle justo enfrente de la estación principal de trenes de una importante ciudad europea. Pude ver al dueño de un negocio de venta de frutas recoger del suelo algunas manzanas que se habían caído cuando un joven había intentado robarle una de las mismas. Busqué con la mirada hacia el lado opuesto de la vía y vi al chico que corría alejándose y sobándose la cabeza, el cual en un cierto punto se giró, y en lengua extranjera gritaba –cosas que yo no entendí– con rabia y dolor al agresor quien todavía sostenía un madero en la mano.

Unas semanas después de este episodio encontré en el centro juvenil de la misma casa salesiana donde trabajo a este chico, tenía una mirada particularmente feliz, quise hablar con él, me presenté, pero él no me entendió, y yo por segunda vez no entendí sus palabras. Sentí impotencia, pero luego le pregunté a la animadora del centro juvenil acerca de él, Amed se llama –dijo ella– se acaba de inscribir en nuestras lecciones gratuitas de lengua, lo acompañaba un amigo quien, tras convencerlo de la necesidad de abrirse un camino en este país, le sugirió venir donde nosotros. Amed nunca llegó a su primera clase.

Sentir al otro, pensar en el otro, establecer relaciones sanas, incluyentes, que nos lleven a dinamizar las sociedades en las que vivimos como espacios de calor humano, eso es la amistad social. La humanidad ha tenido un proceso muy difícil de cambio de mentalidades, de épocas, de políticas, ha cambiado también la forma de relacionarse entre las personas y los pueblos, pero parece que no ha cambiado en el corazón del hombre la tendencia hacia la guerra, la discriminación, la xenofobia, el maltrato hacia el diferente, hacia aquel que no es conocido. ¿Cuánto tiempo más nos tomará caminar hacia la justicia y la paz? ¿Qué procesos más hay que activar en el mundo actual para superar el odio que nos lleva a la indiferencia y a propiciar situaciones violentas?

La historia de Amed me hizo recordar que ya no hay diferencia entre Norte y Sur, que la brecha social ya no es geográfica si no que se desarrolla en una multiplicidad de microcosmos que se reproducen en los diversos escenarios culturales. Es cierto que las Plataformas Sociales buscan dar respuesta a las necesidades de los jóvenes en las muy distintas formas de sufrimiento que los golpean, por ello, es válido abrir un diálogo entre el lenguaje de los ambientes ligados a la doctrina social de la Iglesia y las propuestas y discursos en los que la sociedad civil intenta interpretar y dar respuesta a los problemas de la marginación. La expresión “amistad social” logra reducir la brecha que se abre entre estos dos mundos, el de la fe y la laicidad, que parecían ya no tener puntos de encuentro.

Pensar en clave salesiana la amistad social, nos lleva a tener en consideración antes que nada a las personas con las que nos topamos a diario. En el encuentro personal, cara a cara, con un anciano de nuestro barrio, con el joven que nos parece indiferente en su actitud ante la vida pero que refleja en sus ojos una necesidad profunda de acompañamiento, cuando observamos algunos contextos difíciles en los cuales muchos niños y niñas se van abriendo paso ante la vida… Ahí se descubre ese espacio sagrado constituido por personas concretas, ellas nos dan el punto de partida para el acompañamiento al fortalecimiento de su personalidad.

La Misión Salesiana en cualquiera de sus manifestaciones institucionales o programas de atención a poblaciones en situación de vulneración de derechos genera itinerarios que parten del respeto por cada persona en particular, acompañándola a que descubra en la confrontación con los valores evangélicos su lugar en el mundo. La teoría del desarrollo llama a este fenómeno de cambio “innovación social”, para el cual se tiene en cuenta la riqueza que existe en una población, buscando a partir de las propias posibilidades, generar hábitos en las personas para que ellas mismas hallen el camino hacia una vida más digna. De esta manera, carisma salesiano e innovación social no son más que las dos caras de una misma moneda, la primera en sentido teológico-pastoral y la segunda en el lenguaje académico y civil de la actualidad, que buscan señalar procesos de cohesión al interior de la cultura llevando a individuos y colectivos al desarrollo integral y, por tanto, a la trascendencia.

Por otro lado, para que la amistad social pueda tener un canal adecuado a través del cual se pueda dar una masa crítica representada en seres humanos que sepan interpretar los contextos en los cuales viven y transformarlos, será necesario resignificar las categorías desde las cuales se ofrece la educación a la ciudadanía activa. En algunos momentos de la historia reciente de la educación el Focus de esta dimensión estuvo direccionado hacia una experiencia asociativa desde la que se lideraban acciones filantrópicas y, en otros momentos, se orientó a la elaboración de currículos de formación sociopolítica.

Lo importante de estas y otras iniciativas era la posibilidad de hacer algo por la construcción de una sociedad capaz de generar cambio, sin embargo, la ciudadanía activa debe considerar los grandes retos de la humanidad, y desde ahí, proponer procesos locales o regionales inspirados en las potencialidades de las personas de manera que ellas sean verdaderos agentes de una continua revisión de su cultura y juntos decidan el rumbo que debe tomar el colectivo al cual pertenecen. Tal vez el resultado de estos procesos se dé de manera más lenta de lo que se esperaría en la implementación de proyectos concebidos por las tradicionales formas de cooperación, pero su fruto será mucho más profundo y duradero, o sea sostenible, haciendo de la ciudadanía activa el escenario desde el cual se abra paso la amistad social.

El último punto que quiero poner en consideración en esta reflexión sobre el encuentro entre carisma salesiano y amistad social es el institucional. Indudablemente nuestras acciones por el desarrollo humano integral están mediadas por la oferta de servicios sociales, y éstos responden a un sin número de situaciones que van ligadas a los diversos contextos regionales y nacionales como lo son la capacidad de acogida de jóvenes en las propias instalaciones, la calidad en la propuesta educativa y administrativa del centro, el músculo financiero para soportar la operación etc.

Es claro que, en el corazón de toda propuesta Salesiana, como ya se ha dicho, se debe considerar primero las necesidades de las personas, por lo tanto, atender al desarrollo institucional de las plataformas sociales implica la instalación de capacidades tanto para la creación de espacios como la elaboración de itinerarios de acompañamiento en donde las personas se encuentren y sean tratadas desde el reconocimiento de su dignidad. De esta manera la amistad social deja de ser un discurso para volverse una propuesta salvífica, donde tengamos la posibilidad de encontrar a tantos “Amed” que sueñan encontrar en el otro, un amigo, alguien que no los golpee.

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