Desde la segunda línea

9 de junio de 2021
Los últimos meses han sido una carrera de fondo para las entidades sociales y sus equipos. Una carrera en la que afrontar obstáculos con escasos medios pero con un ejército de personas que han puesto sus manos y su corazón. Son muchas las lecciones aprendidas y las que quedan por aprender.

Gema Rodríguez. Responsable de proyectos de la Coordinadora Estatal de Plataformas Sociales Salesianas.

Me tocó pasar a estar en segunda línea pero con todos los sentidos bien abiertos a la primera. Los últimos meses han sido una carrera de fondo para las entidades sociales y sus equipos. Una carrera en la que afrontar obstáculos con escasos medios pero con un ejército de personas que han puesto sus manos y su corazón.

Son muchas las lecciones aprendidas y las que quedan por aprender:

  • La importancia del vínculo, del acompañamiento. Si nos quitan lo físico no podemos renunciar a la comunicación humana y nos toca adaptarnos a las posibilidades que aparecen. Rompiendo barreras, rompiendo resistencias hacia lo nuevo…
  • Los cuidados siempre en el centro, tanto para los equipos como para las personas que acompañamos. Si hay algo a lo que no podemos renunciar es al generar espacios de seguridad, de gestión emocional, de red, de esperanza…
  • Las entidades debemos estar abiertas al tejido comunitario. Solo desde ahí podremos provocar una transformación real profunda.
  • Más que nunca debemos ser agentes de cambio. Acompañar en la construcción de sueños y en visibilizar las necesidades y realidades sociales haciendo una labor de incidencia y de denuncia social.
  • Visibilizar nuestros miedos y acompañar a las personas para que también puedan mostrar los suyos.
  • Busquemos fórmulas de relación que rompan con las divisiones polarizadas. Recordemos todo lo que nos une como personas y pasemos de una mirada carencial a una proyectiva.
  • Se nos ha recordado que todo puede cambiar en un momento; por eso, más que nunca, no perdamos la importancia del pequeño detalle. Apostemos por lo verdaderamente valioso y todo lo que podamos hacer por qué este mundo vaya un poquito mejor.
  • No dejemos a nadie atrás; acompañemos desde la dignidad de cada persona. Recordar que para generar transformación social debemos posibilitar en nuestros proyectos la participación y el empoderamiento de las personas que acuden.
  • El trabajo en red, la suma de iniciativas ha estado muy presente. Hagamos que esto se quede y que no solo sea fruto de la necesidad si no del valor añadido que supone crecer juntas. Romper con los egos y estar abiertos a lo que aporta transformar conjuntamente.
  • Las herramientas digitales son una realidad que ha venido para quedarse. Nos toca aprender el idioma de las personas que acompañamos tanto por su origen como por el tipo de comunicación que nos acerca a los distintos sectores de edad. Podemos verlo como un hándicap o como una oportunidad para multiplicar las posibilidades de llegar a un mayor número de personas, eso sí manteniendo la calidez y el buen trato que genera la atención de persona a persona.

Si algo ha puesto de manifiesto la situación de crisis sanitaria y social actual, es que el sector educativo, social y sanitario conforman la parte más esencial cuando se trata de cuidados; cuando las necesidades, los miedos y las circunstancias nos hacen sentir en riesgo es cuando de verdad hemos recordado lo que es básico.

La mayoría de las veces nuestro mundo se ha construido poniendo en el centro los sectores productivos, entiéndase como aquellas actividades que generan riqueza monetaria e infradotando e infravalorando los sectores vinculados al acompañamiento de todas las personas. Eso se ha visto en la forma de tratar socialmente a las personas de estos colectivos; pensando que solo la voluntariedad y el buen corazón es suficiente para cambiar el mundo. Pero es esencial, para ello también hay que disponer de los medios —y a su vez generar redes de cuidado para que las personas puedan seguir acompañando— y hacer justicia social también en el respaldo de condiciones laborales y valorar qué se les da desde la estructura económica y social.

Hace ya muchos años vi una pancarta con un proverbio que decía “Antes de intentar cambiar el mundo da tres vueltas por tu casa” y así es, todos estos meses nos han llevado también a la revisión de nuestras formas de vida, de nuestras formas de cuidarnos y relacionarnos; de poder observar como la distribución de recursos y las situaciones de desventaja social están a nuestro lado.

A las entidades sociales también se nos ha puesto delante nuestras limitaciones; las cosas que nos quedan por mejorar. Pero también se nos ha demostrado una vez más como los equipos de profesionales y de voluntariado han estado al pie del cañón, anteponiendo todo eso que nos transmitieron en las universidades de ser agentes de cambio más allá de prestadores de un servicio o una actividad. Lo sabemos a diario, pero de nuevo hemos tenido la oportunidad de evidenciar el porqué estamos ahí y no en otro lugar.

La gran cantidad de movimientos y acciones en los barrios —en los que precisamente mayores dificultades se han dado— nos interpelan en el protagonismo que tenemos que dar al tejido comunitario y sentirnos como parte que acompaña, pero no como parte protagonista del cambio.

Gracias a tantas personas que en primera y segunda línea en las entidades sociales durante todos estos meses —inclusive mucho antes de que llegara una pandemia— intentáis hacer realidad aquello que os motivó para estar al lado de las personas a las que más se les han limitado sus derechos.

Sigamos teniendo claro el cómo y el para qué; que nuestra forma de acompañar parta de las posibilidades de las personas y de ver, sentir y entender que en cualquier momento la diferencia entre estar aquí o estar allá es solo temporal. Sigamos a través de los proyectos recordando que el tener no sea más importante que el ser; que el dinero no marque la identidad del que vale y del que no.

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