Ángel Miranda. Salesianos de Urnieta.
A 25 AÑOS DE LOS ACUERDOS DE ROMA
Tras 7 años de “guerra colonial” y 17 años de “guerra civil”, el 4 de Octubre de 1992, se firmaba en Roma el “Acuerdo de paz para Mozambique”, dejando un país destruido o autodestruido en aras de una radicalidad anticolonialista y una población condicionada por una cultura consolidada de supervivencia basada en mínimos vitales.
Hoy, pasados 25 años, en Mozambique solo los menores de 26 años han vivido su historia en tiempo de paz con niveles muy aceptables de democracia, pero, a la vez, viven en un país que ocupa el lugar 180 en el ranking de los 190 países del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).
EL CICLÓN DEL DÍA A DÍA
Atendiendo a la sensibilidad educativa de nuestra Revista “En la Calle” los datos del PNUD nos sugieren un “ciclón estabilizado” en el conjunto de un país donde:
- la media de posibilidades de escolarización del país llega hasta los 9,7 años, incluyendo niveles universitarios,
- una media del 40% del alumnado abandona el sistema en 6º de Primaria y, menos del 10% llega a los niveles universitarios o similares, aunque existen notables diferencias de la situación educativa entre Maputo, otras ciudades grandes y la gran masa de ciudadanos dispersos en las zonas rurales,
- en 2014, la inequidad en la educación se manifestaba en el hecho de que sobre una media global de 3,5 años de escolarización, las chicas sólo alcanzaban 1,4 mientras los chicos llegaban a 6,2, en parte como eco de una visión familiar y social donde las niñas son colaboradoras necesarias de la madre en casa cuando crece el número de hijos.
Un conjunto sencillo de datos que pueden explicar la tentación de abandonar el país entre las jóvenes generaciones y los profesionales mejor preparados. Una pobreza endémica incrementada por la pérdida de los escasos caudales de conocimiento.
Volviendo al Plan Estratégico del PNUD 2018-2021, basado en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, habrá que buscar cauces para hacer eficaz un compromiso de “ayudar a los países a lograr el desarrollo sostenible mediante la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, la aceleración de las transformaciones estructurales para el desarrollo sostenible y la creación de resiliencia ante las crisis y las perturbaciones”.
EL CICLÓN IDAI, CATÁSTROFE SILENCIOSA
Varios días de tormenta errática parecía un capricho fatídico del destino. Gestada ante las costas de Tanzania, giró al este, hacia Madagascar y, cuando parecía disiparse, llegó el volantazo hacia el oeste. En contacto con las aguas cálidas del canal de Mozambique, ¡explotó! justo a la altura de Beira, una ciudad de 600.000 habitantes.
El 12 de marzo, IDAI era la noticia. Un vigoroso ciclón tropical, equivalente a un huracán de categoría 3, séptimo ciclón de la temporada y, quizás, uno de los mayores que se recuerdan en el Indico. La tarde-noche anterior las autoridades de Beira, Zambézia y Sofala, zonas de mayor riesgo, pedían a los vecinos permanecer en sus casas. El Instituto Nacional de Gestión de Desastres (INGC) anunciaba “alerta roja” por inundaciones: un auténtico diluvio, con picos máximos de 600 litros/m2, vientos de 200 Km/h, desbordamiento de los grandes ríos Buzi y Pungue, y el efecto añadido de una marea con olas de 10 metros.
Todos los pronósticos se cumplieron aquella noche hasta las 4 de la madrugada. Los habitantes en la capital y los casi 100.000 en zonas rurales, verían volar los tejados de mayor tamaño en escuelas, hospitales, o pabellones industriales, la desolación de un paisaje totalmente inundado y muchas casas derrumbadas por la pobreza extrema de sus cimientos.
Pronto el Ministro del Ambiente, Celso Correia hablaba de un “desastre natural sin precedentes” en una zona afectada de unos 3.000 km2. “Desafortunadamente, nadie en la región ni en el mundo puede predecir un desastre de tal magnitud”. La alta comisionada de UNICEF, Henrietta Fore, añadía: “la situación empeorará antes de empezar a mejorar; las agencias de ayuda apenas están empezando a ver la dimensión de los daños; pueblos enteros quedaron sumergidos, hay edificios derrumbados y escuelas y centros de salud destruidos”.
Y planteaba otra cuestión porque “junto con la masificación de los refugios, una higiene insuficiente, las aguas estancadas y las fuentes de agua contaminadas, ponen a la población en riesgo de enfermedades como el cólera, la malaria y la diarrea”.
¿CUESTIONES CRÍTICAS?
Ahora, a la hora de caminar, surgen cuestiones en encuentros más informales con agentes presentes en la zona:
- convertir la situación en un “gran circo o desfile” de entes de ayuda e individualismos que aminoran su eficacia, sobre todo en las periferias;
- mantener el aislamiento y el control de la información con el corte de la única carretera nacional y de los servicios telefónicos, internet, etc.;
- cultivar la paciencia de la gente sin electricidad, gasolina, comida, agua potable, desagües, cajeros, bancos, servicios públicos;
- de hecho, tras varios días caminando, llegan personas a Beira que hablan de desaparición de poblados enteros. Y, no falta, el eco de la corrupción. Las ayudas llegan a Beira ¿qué pasa en las zonas rurales? ¿Cómo llegan las ayudas a su destino pasando los filtros del enorme funcionariado del país?
- ¿cómo aparecen en los “mercados de la calle” ventas a bajo precio de arroz procedente de los lotes de ayuda humanitaria?, ¿cómo vencer la “salinización” de los terrenos y recuperar las “machambas” (huertas domésticas) al retirarse las aguas?
- el cólera en la zona es “endémico” ¡Urgen 1 millón de vacunas orales! ¿Quién gestionará esta gran operación económica? ¿Cuánto se quedará en “derramas” en los focos de decisión y redes de corrupción más o menos oficiales?
Y aún queda más preguntas…