La labor social de la Iglesia: sentido y dimensión

Fernando Giménez Barriocanal. Presidente de la Cadena COPE. Vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española. Consultor de la Secretaría de Comunicación de la Santa Sede.

Cuando hablamos de la acción social de la Iglesia encontramos a nuestro alrededor dos posturas que tienden a contaminar su sentido pleno: los que la desconocen y los que la absolutizan al margen del resto de la dimensión de la fe.

Desde fuera muchas veces se exige a la Iglesia que no se meta en donde no la llaman, que no hable de política, de economía, de relaciones sociales, de cosas que no entiende. La iglesia se tendría que limitar a rezar y punto. Frente a esta postura el Papa es claro: “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos” (Evangelii Gaudium 183).

Para algunos, la fe vendría a ser un conjunto de ideas personales, unas convicciones, un modo de pensar, de entender, una especie de filosofía. Para otros, consiste en algo muy íntimo y personal en el que el individuo se relaciona puntualmente con Dios, habla con él, incluso los domingos tiene un momento de reflexión y de oración, pero su vida real, su trabajo, su familia, su economía, no tienen nada que ver con esto.

En el polo opuesto nos encontramos, en ocasiones con formas de entender la acción social de la Iglesia como un agente más de compromiso social. Son aquellos que entienden que sus convicciones le llevan a un compromiso como si las instituciones de la Iglesia fueran una ONG más y su misión principal, separada del mensaje del Evangelio, estuviera únicamente volcada en el compromiso social.

El Evangelio es, ante todo, una Buena Noticia, una buena noticia que cambia el corazón del hombre. Dios te ama como eres, inmensamente. “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para favorecerte, para liberarte” continúa Francisco en la EG.

El cristianismo no es una filosofía, ni una religión convencional, es un acontecimiento, es la experiencia de un Dios encarnado que sale a tu encuentro personal. El hombre no está solo. Cuando el hombre recibe este anuncio y lo hace suyo le cambia la vida y le inunda la felicidad de sentirse amado y llamado a su vez al AMOR en plenitud.

Este amor de Dios es contagioso y reclama urgentemente, dos actitudes: ser correspondido y ser anunciado. La misión principal del cristiano es el anuncio de esta buena noticia. Cuando somos portadores de algo verdaderamente importante para nosotros (se casa nuestro hijo, aprobó la oposición, vamos a tener un bebe, etc.) lo primero que nace es contarlo y anunciarlo para hacer partícipes a los demás de nuestra alegría. Queremos compartirlo. El evangelio es lo mismo.

Junto al anuncio, la experiencia del hombre de Dios, de sentirse verdaderamente querido y aceptado por Dios reclama la donación a Dios y al hombre. En el rostro del prójimo y muy especialmente en el más desfavorecido, en el más desvalido, en el pobre del semáforo, en el enfermo, en el desahuciado, en el que nadie, ahí está la presencia viva de Cristo que me llama a su encuentro.

Y es aquí donde nace la vocación de la acción social de la Iglesia. No como un compromiso altruista o de convicción sino desde la necesidad de responder al amor de Dios. Cristo mismo se encarna en el más necesitado. Desde hace varios años la Conferencia Episcopal vine elaborando una amplia Memoria del impacto de la actividad de la Iglesia en la sociedad española.

Este estudio, disponible en la web www.transparenciaconferenciaepiscopal.es, ilumina de manera adecuada lo que la Iglesia realiza en la sociedad española y su aportación a la misma.

La fe tiene una dimensión social evidente. El mismo anuncio de la Buena Noticia, tanto en España (19.000 sacerdotes, 50.000 religiosos y religiosas, más de 100.000 catequistas), como fuera de España (13.000 misioneros españoles por los 5 continentes), ofrece al hombre de hoy, pero también a la sociedad, un mensaje que encierra un conjunto de valores evangélicos que construyen una sociedad más justa (búsqueda de la verdad, la solidaridad, la gratuidad, la generosidad, etc.). Estos valores insertos en la sociedad española han tenido mucho que ver en la forma en la que España ha respondido a los retos tan duros de la crisis económica: el arraigo familiar, el apoyo de padres e hijos, los familiares ha constituido un hecho determinante y discriminante frente a otros países. Sin duda también aquí ha habido una gran contribución de la Iglesia.

Como contribución a la sociedad en una labor educativa (2.447 centros concertados donde estudian 1,5 millones de alumnos o 15 universidades con 86.000 alumnos). Se trata de centros donde se aporta calidad, formación en valores y generación de capital humano que representa el futuro de nuestra sociedad.

Contribución a la sociedad en la cultura, manteniendo más 3.100 bienes de interés cultural que la Iglesia atiende, conserva y pone a disposición de toda la sociedad, para su enriquecimiento cultural y también, porque no decirlo, económico.

Pero sin duda alguna, la acción social se concreta en lo que se vienen denominando las periferias existenciales, aquellos ámbitos de la sociedad más desprotegidos, aquellos donde se hace presente de manera más clara el rostro sufriente de Cristo. Nos referimos a los ancianos, a los que están solos a los excluidos por causa de la pobreza, de la marginación, de su raza, a las mujeres y a los niños abandonados y explotados, a las víctimas del paro, a los enfermos, a los presos, a los discapacitados, a los que no tienen quien les defienda, a los no nacidos, a los que sufren violencia…

Y ahí la iglesia es donde realiza una enorme contribución social.

Pongamos algunos ejemplos. Hoy la Iglesia en España está:

  • Con las personas solas: que son atendidas en las 11.396 parroquias rurales que hay en España.
  • Con los presos: 170 capellanes y 2.526 voluntarios atienden a una población reclusa de 60.000 personas, en tareas sociales de previsión y reinserción, religiosas y jurídicas.
  • Con los enfermos: 2.730 parroquias involucradas en esta pastoral, 841 voluntarios en hospitales, acompañando a 147.000 personas o más de 18.000 voluntarios que acompañan en las casas a 63.000 enfermos.
  • Con los ancianos y discapacitados: con 773 casas donde se alojan 81.925 personas.
  • Con los parados: creando más de 300 centros de ayuda y promoción de los que se benefician 95.559 parados.
  • Con los 22.476 drogodependientes: atendidos en 88 centros.
  • Con 10.411 menores sin tutela familiar: acogidos en 158 centros.
  • Con las mujeres desfavorecidas o víctimas de violencia: 25.921 mujeres acogidas en 114 centros.
  • Con inmigrantes: 175.212 atendidos en un año en 201 centros
  • Con la defensa de la vida y de la familia: creando 353 centros de asistencias por donde pasan 100.000 personas.
  • Con los más pobres: en su red de 6.298 centros donde son atendidos al año más de 2.826.767 beneficiarios.

Este es un breve pero elocuente relato de parte de la labor que cada día miles y miles de miembros de la Iglesia realizan en favor de los demás. Merece la pena, claro que sí.

Sobre Fernando Giménez

Nace el 16 de diciembre de 1967 en Madrid. Casado y padre de cinco hijos. Es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales (1990) y se doctoró en 1995 en la Universidad Autónoma de Madrid.

Su vida profesional está vinculada a la Conferencia Episcopal Española desde el año 1992. Fue secretario técnico de la Gerencia de la Conferencia Episcopal Española (1992-2005), es nombrado Vicesecretario General para Asuntos Económicos, puesto que desempeña en la actualidad.

Ha trabajado activamente en las relaciones Iglesia-Estado para el desarrollo de los acuerdos de la Santa Sede con el Estado español en materia económica y fiscal. Es interlocutor de la Iglesia en el reciente desarrollo del Acuerdo sobre Asuntos Económicos en materia de Asignación Tributaria.

Desde junio de 2010 ocupa el cargo de Presidente y Consejero Delegado de la Cadena COPE. También ha ejercido varios años como Presidente de la Fundación COPE.

Compatibiliza sus actuales cargos con la docencia en la Universidad Autónoma de Madrid, donde es profesor titular de Economía Financiera y Contabilidad. Fue Decano de la Facultad de Económicas y Empresariales de 2006 a 2010.

En abril de este año el Papa Francisco le ha nombrado consultor de la Secretaría de Comunicación de la Santa Sede. Forma parte del equipo de 13 expertos de comunicación de ámbito internacional cuya misión será asesorar al Dicasterio de información del Vaticano.

Ha recibido reconocimientos y distinciones como la Condecoración Pontificia de Caballero Comendador de la Orden de San Gregorio Magno en 2004, el Premio Madrid Turismo, la Gran Cruz de la Orden de S. Gregorio Magno en 2012 y la Gran Cruz Fidelitas del Arzobispado Castrense en 2016.

Tiene publicados varios libros: “La Fiscalidad de la Iglesia Católica en España” (2015), “La financiación de la Iglesia católica en España” (2007), etc.

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