Entrevista a Carlos Arce

28 de febrero de 2018
Por Toñi Moriana. Directora Territorial de la Fundación Don Bosco. Córdoba. Carlos Arce Jiménez es Doctor en Derecho y profesor de la Universidad de Córdoba (UCO). Tiene amplia experiencia en materia de Derechos Humanos y migraciones en el ámbito de la sociedad civil, siendo desde el año 2009 coordinador del Área de Inmigración de la […]

Por Toñi Moriana. Directora Territorial de la Fundación Don Bosco. Córdoba.

Carlos Arce Jiménez es Doctor en Derecho y profesor de la Universidad de Córdoba (UCO). Tiene amplia experiencia en materia de Derechos Humanos y migraciones en el ámbito de la sociedad civil, siendo desde el año 2009 coordinador del Área de Inmigración de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), donde realiza labores de investigación jurídico-social, incidencia política y representación de la entidad ante instituciones, medios de comunicación y redes de la sociedad civil a nivel nacional e internacional. Sus principales líneas de investigación se centran en ciudadanía, Derechos Humanos y Migraciones.

  1. Desde tu experiencia e investigaciones, ¿cuáles crees que son las dificultades que encuentran las personas inmigrantes para ejercer como ciudadanos?

Tienen dos grandes barreras, que se relacionan entre sí.

Una formal, consistente en que nuestro ordenamiento jurídico no las reconoce como ciudadanos plenos, lo que conlleva un menor nivel de disfrute de derechos fundamentales que el resto de sus vecinos.

La otra es material, compartida con el resto de colectivos en riesgo de exclusión, y que se concreta en una mezcla perniciosa de precariedad laboral, prejuicios sociales, “guetización” residencial…

  1. Y, ¿los jóvenes inmigrantes extutelados?

Las principales dificultades que deben afrontar hunden sus raíces en una inadecuada protección durante su minoría de edad. El interés superior del menor, principio que debe presidir toda la actuación de la administración durante la tutela, brilla por su ausencia, priorizándose la condición de extranjero sobre la de niño y niña.

Lo anterior posibilita que muchas personas jóvenes extuteladas alcancen la mayoría de edad en situación irregular y sin las herramientas socioeducativas mínimas para una vida independiente. Tampoco ayuda que no existan programas públicos de transición adecuados en calidad y cantidad tras cumplir los 18 años.

  1. Lo femenino queda en segundo plano en algunas culturas, ¿qué ocurre con las mujeres?

Considero que la desigualdad de género es una realidad global y transversal en todas las culturas. Por lo tanto, la mujer migrante tiene un plus de dificultad a la hora de su integración en la sociedad de acogida, como en realidad todas las mujeres del planeta lo tienen en la mayoría de los aspectos de la vida.

La feminización de la pobreza o de la precariedad laboral, la asunción casi en exclusiva de las tareas de cuidado, la violencia de género…son circunstancias que lastran los esfuerzos de integración de las mujeres migrantes. A lo anterior se une que en algunas comunidades migrantes (Romá, nacionales de países de mayoría musulmana…), se focalizan en ellas las expresiones más explícitas, e incluso a veces violentas, de discriminación.

  1. ¿Piensas que en la actualidad los rumores y prejuicios sobre la inmigración han vuelto a surgir con fuerza?

Las consecuencias de la crisis social y económica, y de las “recetas” aplicadas para su teórica solución, han generado mucho sufrimiento en los colectivos que tradicionalmente han estado en situación o riesgo de exclusión y también precarizado las condiciones de vida de un importante sector de las clases medias.

En contextos parecidos, a lo largo de la Historia ha sido recurrente que el otro, el diferente, sea visto con desconfianza o directamente señalado como parte de las causas de la situación adversa que sufre la sociedad. Aunque hay medios y profesionales que afrontan su labor informativa sobre las migraciones con rigor y seriedad, desgraciadamente son frecuentes titulares y contenidos periodísticos sensacionalistas y que reproducen estereotipos faltos de cualquier fundamento, o que directamente están al servicio de estrategias políticas de estigmatización de la ciudadanía de origen inmigrante.

En este ámbito está teniendo una especial incidencia el nuevo fenómeno conocido como “periodismo ciudadano”, que difunde a través de las redes sociales multitud de informaciones relacionadas con las migraciones sin ninguno de los “filtros” del periodismo tradicional, siendo semillero de multitud de “bulos” negativos sobre las personas migrantes, que en ocasiones se adentran el territorio del delito de odio.

  1. En este sentido, las declaraciones públicas y propuestas políticas en materia de inmigración, ¿pueden generar un peligroso caldo de cultivo proclive al racismo y la xenofobia?

Sin duda, y más en un contexto como el descrito en la pregunta anterior. Las recurrentes identificaciones de inmigración con delincuencia, terrorismo, abuso de recursos sociales…que, de forma implícita o explícita, se hacen desde determinadas instancias políticas ya están teniendo graves consecuencias para la convivencia social.

Un triste ejemplo de lo anterior es el aumento de los casos de islamofobia al que estamos asistiendo en Europa en general, y en España en particular, al vincular atentados terroristas con las migraciones procedentes de países de mayoría musulmana, cuando la práctica totalidad de los implicados en esas execrables acciones eran personas nacidas en los países en los que se llevaron a cabo y en muchos casos eran nacionales de segunda o tercera generación de los mismos.

La ultraderecha está aprovechando esta coyuntura para obtener unos resultados electorales desconocidos desde antes de la Segunda Guerra Mundial que nos deberían llevar a una profunda reflexión.

  1. ¿Dónde puede estar la clave para que personas nacidas en nuestro país acaben realizando atentados terroristas?

La clave está en gran medida en un estrepitoso fracaso en los procesos de integración de las personas que llegan a nuestra sociedad a través de las migraciones. Eso determina que se siga mirando como “el otro” a las segundas e incluso terceras generaciones, y tiene como consecuencia ahondar en la exclusión y en fomentar un gran sentimiento de frustración en personas que se encuentran en tierra de nadie: ni pertenecen a la cultura de los países de origen de sus padres y abuelos y se ven rechazados por la sociedad en la que nacieron. Ello es un peligroso caldo de cultivo donde pueden calar mensajes que a través de la radicalidad y la violencia quieran dar un propósito y/o identidad a jóvenes que sienten que no la tienen.

  1. ¿Qué supone reivindicar la plena vigencia de los Derechos Humanos para todas las personas independientemente de su origen, así como el reconocimiento de la condición de ciudadanos/as?

La reivindicación de la plena vigencia de los Derechos Humanos para todas las personas sin distinciones de origen o condición significa ser fiel del principio sobre el que se construye el Derecho Internacional de los Derechos Humanos: la dignidad humana como el fundamento último de los mismos. Por lo tanto, en un Estado social, democrático y de Derecho, como define la Constitución de 1978 al español, esa reivindicación no es una opción, es una obligación.

Por otra parte, los retos de un mundo globalizado efectivamente requieren una revisión del concepto de ciudadanía en su función de herramienta jurídico-política para la titularidad y ejercicio de derechos fundamentales. Desde una primera perspectiva, dado que las decisiones políticas y económicas que afectan a la vida diaria de las personas se toman en gran medida en instancias que superan la fronteras nacionales, la ciudadanía debe facilitarnos espacios de participación en esos ámbitos supranacionales (de una manera muy limitada e imperfecta, en esa línea camina el proyecto de ciudadanía europea). Una segunda dimensión exige una transformación inclusiva del concepto para dar cabida a la creciente diversidad que viene de la mano de los movimientos migratorios contemporáneos, en aras de que la nacionalidad no sea la única llave de acceso a la ciudadanía plena y al disfrute de los derechos a ella vinculados. Esta evolución de la ciudadanía es imprescindible para combatir la discriminación que sufre la población de origen migrante.

  1. ¿La sociedad civil debe continuar exigiendo responsabilidad a todas las instancias políticas, mediáticas y sociales a la hora de tratar el fenómeno migratorio?

Por supuesto, precisamente una de las principales funciones y razones de ser de la sociedad civil es exigir ese tipo de responsabilidades a dichas instancias con capacidad y competencias de transformación social en defensa de las personas que sufren cualquier tipo de discriminación, personas migrantes incluidas.

  1. Por último, ¿qué retos tenemos como sociedad para favorecer la cohesión social?

Existen dos retos principales: el primero evitar que se consoliden los estereotipos, rumores y prejuicios negativos que alientan ciertas voces políticas y mediáticas respecto a nuestros vecinos de origen migrante, que socavan gravemente la convivencia social. El segundo es colaborar en el empoderamiento de los colectivos sociales víctimas de discriminación, para que puedan ser protagonistas de sus propias luchas por la inclusión social y reconocimiento pleno de su condición de ciudadanos.

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